Mons. Jesús Pérez: “Jesús no nos da normas de urbanidad para la mesa”
Pero, ¿qué es la humildad? Santa Teresa nos dice: “La humildad es la verdad”. La humildad no es simulación, ni ficción, ni la ignorancia del propio valer. La humildad no consiste en ocultar los propios talentos, negándose a que ilumine a los que están junto a nosotros…
Hoy, en el evangelio de Lucas 14,1.7-14, Jesús aprovecha que fue invitado a comer en casa de un fariseo importante para dar a los presentes una enseñanza sobre la humildad: “no te sientes en el puesto principal…vete a sentarte en el último puesto…”. Y también otra lección de generosidad desinteresada: “no invites a los vecinos ricos… invita a los pobres que no pueden pagarte”. No se sabe si es una parábola o, sencillamente, de un hecho observado en la vida y comentado por Jesús. De todos modos, se puede decir que dedica una enseñanza a los invitados, a quienes ve preocupados por los primeros puestos, y otra al anfitrión, que se muestra selectivo a la hora de cursar las invitaciones. Jesús no nos da normas de urbanidad para cuando estamos invitados a participar en una comida. Jesús habla desde la visión de la fe. Él es invitado como maestro espiritual y como profeta. Así lo reconocían partidarios y adversarios.
Jesús, en el evangelio de este domingo, en sus enseñanzas, va contra corriente o contra ruta. Está alejado de lo que piensa bastante gente. Nos aconseja la humildad, la búsqueda de los últimos puestos. En otra ocasión nos ha dicho que quien quiera ser el primero debe hacerse el último y el servidor de todos. Habló también de presentar la otra mejilla a quien nos hiere en una, y de dar también la túnica a quien nos reclama la capa. Esto, claramente, no hay que tomarlo literalmente. Se trata del espíritu de amor que debe primar en nuestras relaciones fraternas, pues somos hermanos. Hay algo más grande, aún, que debemos tomarlo en cuenta, como ejemplo de humildad más profunda. Jesús vino a la tierra y tomó nuestra naturaleza humana haciéndose uno más de la humanidad, padeciendo y muriendo en la cruz. Jesús se humilló hasta el extremo y nos amó también hasta el extremo. Él es nuestro mayor ejemplo de humildad.
Pero, ¿qué es la humildad? Santa Teresa nos dice: “La humildad es la verdad”. La humildad no es simulación, ni ficción, ni la ignorancia del propio valer. La humildad no consiste en ocultar los propios talentos, negándose a que ilumine a los que están junto a nosotros. Muy por el contrario, la humildad lleva a un reconocimiento sincero y sencillo de todo cuanto Dios nos ha dado, y al ofrecimiento del propio servicio a los demás. De santa Teresa se cuenta que alguna vez se sintió tentada de abandonar sus obras de renovación del Carmelo, por haber sentido una cierta vanidad. Entonces dirigiéndose a la vanidad, le dijo: “Lo que no empecé por ti, no voy a dejar por ti”. Muchas veces negarse a actuar es más un tributo a la vanidad que un acto de humildad.
Junto a la virtud de la humildad, Jesús nos enseña a dar gratuitamente de todo lo que Dios nos ha dado. ¿Hay alguien que dé gratuitamente? Pues eso es lo que Jesús nos está pidiendo. Al anfitrión le dice que no invite a los ricos que le podrán luego pagar invitándole, sino a los que sabe que no le podrán corresponder nunca. A la ley tan humana de la “reciprocidad” comercial, Jesús le contrapone la de la “generosidad gratuita”.
Sucre, 1 de septiembre de 2019
Fray Jesús Pérez Rodríguez, OFM.
Arzobispo emérito de Sucre
[Imagen: religionenlibertad.com]