La parroquia que recibió la “ofrenda del holocausto”
(El padre Gechy, en la parroquia San Francisco de Asís. Foto: Erick Ortega)
La tarde del martes 19 de noviembre, la parroquia San Francisco de Asís se convirtió en hospital y morgue de los afectados por el enfrentamiento en Senkata.
Era el infierno, pero bajo una cruz católica. Sangre en el piso, gente que lloraba destapando los rostros de los muertos que yacían sobre las bancas del templo. Y éstos ahí, con muecas torcidas y ojos perdidos en el techo… Mientras, otras personas iban heridas en busca de un remedio para sanar sus laceraciones. Fue así que la tarde del martes 19 de noviembre, la parroquia San Francisco de Asís se convirtió en hospital y morgue de los afectados por el enfrentamiento en Senkata.
Aquella jornada, el sacerdote Gechy Revelin Pucho se graduó como padre. Él nació en la comunidad Huatapampa, de la provincia Manco Kápac (La Paz). A sus 42 años —13 como sacerdote, dos y medio en Senkata— tiene una fisonomía delgada, la sonrisa fácil y es, ciertamente, tímido (“diré esta palabra por primera vez en mi vida, ellos decían ‘nos han matado esos hijos de puta’”), Gechy fue testigo de primera línea.
Estuvo en el lugar de los hechos cuando se liberaron las cisternas de gasolina y luego cuando las protestas arreciaron y llegaron los policías y militares al lugar.
Posteriormente vio cómo las víctimas llegaron a la capilla, como cuentagotas. Primero dos muertos, luego algunos heridos y, durante varias horas, los familiares de quienes buscaban con desesperación a su parentela.
Otro habitante de la zona (que pide no dar a conocer su identidad) revela que no sabían qué hacer con los fallecidos. Decidieron llevar los cinco cadáveres a la puerta de la planta de Senkata; después pensaron en colocarlos en la avenida central y otras voces optaron por hacerles un altar en la plaza principal de la zona. Hasta que alguien decidió llevarlos a la parroquia San Francisco de Asís, “con el padrecito Gechy”.
Esta iglesia tiene su historia. Fue levantada hace 23 años por un cura francés que se llamaba Mauricio. Él decidió bautizar como San Francisco de Asís al templo porque vio una relación entre la gente del lugar y el santo.
Por las arterias de Senkata corre sangre minera. Los relocalizados eligieron el barrio del Distrito 8 de El Alto para levantar allí sus viviendas. Por eso, en la zona hay calles que se denominan Potosí, Oruro, Villa Imperial y también está la Avenida del Folklore.
Sermón. Gechy suele escribir sus sermones en el celular, también tiene una memoria tan prodigiosa que es capaz de recordar la celebración de la misa que dio a la medianoche del martes 19.
Todo estaba lleno —cuenta— la gente entraba por la puerta principal del templo y salía por la del costado. En este carrusel de llanto hubo un momento que él empezó a dar la misa y la gente que allí había permaneció quieta. A momentos el silencio era interrumpido por sollozos, pero su voz supo adueñarse del sitio. A su diestra, San Francisco de Asís, a su izquierda la Virgen de Copacabana; encima de él la imagen de un Cristo crucificado.
“En este momento sientan cómo Jesús les acoge con sus brazos a ustedes. En este momento sientan como si Jesús estuviese limpiando sus lágrimas. Sé que no tienen a dónde acudir, se sienten huérfanos por esta injusticia, por esta masacre criminal que se hizo y seguro que los autores escaparán de la justicia humana, pero de la justicia de Dios nadie escapa”, pronunció en su sermón.
Una semana después de los hechos, el cura confiesa que recordó sus años de catequesis. “Fui empapado por la Teología de la Liberación, por la actitud de monseñor (Arnulfo) Romero (asesinado en la dictadura salvadoreña, en 1979) y por la toma de decisión del padre Luis Espinal (asesinado en la etapa previa a la dictadura de Luis García Meza, en 1980)”.
Recuerda, nuevamente, la parte central de su homilía: “Estos difuntos que esta noche vemos, nuestros hermanos que han entregado su vida seguro que tendrán en el cielo un espacio para poder habitar. Se van a convertir en otros ángeles más. El Señor toma en cuenta y es como una ofrenda de holocausto para él”.
Allí estaban los cadáveres cubiertos con wiphalas y algunas personas veían al padre Gechy como a un papá al cual le hacían preguntas que no tenían respuestas: “¿Ahora qué haré?”, “¿Nadie va a defendernos?”.
Una semana después, aún llegan algunos heridos a charlar con él, otros familiares le piden ayuda y la misión Caritas reúne donaciones para los afectados.
Gechy recuerda otra vez sus clases de catequesis y en especial una frase que él revive estos días: “En estos momentos, cuando el pueblo carga con la cruz pesada y dolorosa al calvario, yo como párroco no puedo quedarme como un simple espectador, desde lejos y voy a acompañar”.
Suelta un suspiro, calla unos segundos y —en el templo donde presenció el final del holocausto de Senkata— sentencia: “Ojalá que las almas estén en paz”.
Datos
Auxilio. El templo San Francisco de Asís recibió a cinco cadáveres, éstos fueron llevados por los vecinos del lugar.
Rastro. En la parroquia queda una pequeña mancha de sangre como recuerdo de aquella infausta jornada.
Solidaridad. Los ataúdes para las cinco víctimas de Senkata fueron una donación de RTP.
(01/12/2019)
[Fuente: La Razón]