El ánimo del Evangelio frente al temor y la duda
Reflexión Dominical
Pbro. José Cervantes
Ante la adversidad y la hostilidad
El evangelio de este domingo es un impulso de vida y de alegría en el mar de dudas, de dificultades y de hostilidades en que trascurre habitualmente la vida de todo ser humano. Por eso el relato de Mateo acerca de la travesía del mar de Galilea, en barca, contra viento y marea, puede servirnos para reflexionar sobre todas las experiencias de adversidad y de confusión que sentimos en nuestra vida, pues también en el texto evangélico el mar es símbolo de hostilidad, de vientos en contra y de zozobra de los discípulos, que representan a la Iglesia.
La misión de ir a la otra orilla
El evangelista Mateo relata la travesía contra corriente (Mt 14,22-33) reproduciendo en la historia de Jesús lo que parece más propio de una escena de encuentro de los discípulos con el resucitado en el entorno del mar de Galilea. Jesús apremia a los suyos a ir a la otra orilla del mar, es decir, al mundo de los paganos, de los no creyentes y alejados de la fe. La otra orilla es lo que el papa Francisco llama “las periferias” del mundo. Y esta es la gran misión de la Iglesia.
En circunstancias de gran adversidad
De noche y en medio del mar, estando los discípulos en la barca sobreviene una tempestad de viento contrario. El viento contrario y el mar son símbolos de las grandes adversidades y tribulaciones por las que tiene que pasar la Iglesia. La palabra del Evangelio invita, por tanto, a ir a la otra orilla, a los diferentes espacios que hay que evangelizar para transmitir, como misioneros del amor y de la vida, la palabra que surge del encuentro con el Señor Jesús y que invita a ir con él contra corriente anunciando el mensaje de la paz, de la calma, de la tranquilidad y de la salvación en este mundo caótico y abismal como el mar.
La presencia alentadora de Jesús
En el evangelio dominical, la presencia irreconocible de Jesús entre las brumas de la madrugada infunde ánimo en medio de la confusión y suscita valentía frente al miedo. Las palabras de Jesús: “¡Ánimo! Soy yo ¡No teman!” deben ser el recuerdo continuo en la vida de los discípulos y misioneros ante las adversidades que la Iglesia afronta en la enorme tarea de su misión evangelizadora.
El temor y la duda de este momento histórico
Pero también la situación generalizada en la actualidad por todo el mundo es de temor y de duda. El temor está generado por el coronavirus, que se propaga, contagia, golpea y mata. Es un mal que viene del maligno, el cual además desencadena una multitud de males, de los cuales se aprovechan también algunos interesados en sacar un buen beneficio de esta situación. Y las dudas son muchas, pero la principal es hasta cuándo va a durar esta amenaza a la salud y a la vida en el planeta. Según la dinámica de expansión que esto lleva, parece que, hasta que aparezca y se suministre la vacuna eficiente contra el Covid-19, seguiremos todos con el temor y con la duda. No nos cabe otra salida que aprender a convivir con el virus.
El mensaje de ánimo de parte de Jesús
Y ahí es donde las palabras de Jesús tienen hoy de nuevo una fuerza extraordinaria. “Ven”, “ánimo”, “no teman” siguen siendo los mensajes de Jesús que pueden avivar la esperanza, tan necesaria en el momento de la zozobra. Lamentablemente entre los impulsados por el maligno están las ideologías excluyentes que pretenden sofocar toda palabra de esperanza que proceda de la vida espiritual y religiosa. Pero la voz de Jesús sigue resonando entre nosotros y alentándonos con su espíritu regenerador de la vida.
La duda de una fe deficiente
Además el Evangelio de San Mateo relata también la duda de San Pedro, el cual reclama más evidencias a Jesús. A Pedro no le bastan los signos realizados hasta ahora por Jesús, ni el prodigio admirable de haber participado activamente en el milagro del reparto del pan. Y su titubeo en la fe le valió el reproche de Jesús. Pero Pedro es el reflejo vivo de la deficiencia de la fe de la comunidad eclesial hasta incluso teniendo delante al resucitado (Mt 28,17). De este Evangelio podemos aprender que las múltiples dudas que hoy abruman y asustan a los creyentes y no creyentes no debieran ahogar la voz del Señor Jesús que, en medio de la noche, sigue llamándonos por nuestro nombre y nos dice: ¡Ven! Y llama a las puertas de nuestra vida personal y nos dice: ¡Ven!
Concentrándonos en la palabra de Jesús, podemos caminar
Cuando escuchamos la voz del Señor Jesús, cuando su palabra es el centro de nuestra atención y nos fijamos en ella, podemos caminar, como San Pedro, hasta por encima de las aguas, lo cual es una prerrogativa divina. En cambio, cuando nos fijamos sólo en las múltiples adversidades y vientos contrarios, entonces, también como Pedro, podemos sucumbir. Lo más importante sin duda de este Evangelio es la palabra de Jesús que nos dice: “Ven”. Caminar por encima del mar es un símbolo de vida, de supervivencia, de confianza y de seguridad. Esa seguridad emana de la fuerza que infunde la voz y la palabra del gran maestro. En la foto que acompaña el artículo me he permitido poner un recuerdo mío en la barca por el mar de Galilea. Con Jesús y con los valores que él vivió y anunció se puede avanzar contra viento y marea. La voz de Jesús es salvadora.
Espíritu de diálogo, de libertad, de respeto y de servicio
Con el diálogo abierto entre las personas y los grupos sociales, con la libertad de expresión, sin cortapisas, con el respeto a los otros, a los diferentes, sean éstos pueblos, culturas, o posiciones políticas, con el servicio a los últimos de la sociedad se disiparán las brumas de la noche y caminaremos seguros, incluso en medio del mar de dudas.
Pasar del miedo a la esperanza, en virtud del Evangelio
También la duda afecta a la Iglesia, como a Pedro, e infunde miedo. En mi trayectoria vital he visto cristianos, sacerdotes y laicos, con mucho miedo. Miedo a apechar con las exigencias ineludibles de verdad, de transparencia y de justicia que emanan del Evangelio. Miedo a la radicalidad de vivir la libertad del Espíritu en la confrontación con la mentira desde la denuncia profética. Miedo a salir a la intemperie y a navegar mar adentro por los derroteros de la cultura moderna para ser en ella como la levadura en la masa. He visto cristianos que no quieren ir a la otra orilla, la de los no creyentes y alejados, la de los pobres y marginados, por estar ensimismados en sus seguridades y preocupados por sí mismos. Pero también veo mucha gente creyente que sigue la voz del Jesús, que escucha su palabra y compromete su vida con los valores del Evangelio. Es la Iglesia misionera y testimonial que avanza en su barca y comunica vida, esperanza, consuelo en el anuncio de un mundo en paz, de diálogo, de respeto, de libertad y de justicia. Por ello hemos de decir también como los discípulos: ¡Aumenta, Señor, nuestra fe! Que podamos reconocerte a ti, escuchar tu voz y seguirte sólo a ti y sin miedos, pues tu voz y tu llamada es salvadora en medio del mar de tantas dificultades y contrariedades.
La Virgen María, modelo de fe y de esperanza
Sigamos el ejemplo de la Virgen María, cuya fiesta de la Asunción se celebra el día 15, que también escuchó la palabra de Dios que le dijo: “No temas” cuando se le hacía muy difícil entender la misión para la que había sido escogida. Sin embargo en ella prevaleció el “Amén” de su fe por encima de toda duda y se convirtió para nosotros en modelo de creyente y en impulso vivo para que seamos misioneros de la vida y del amor y experimentemos la alegría y la vitalidad de la palabra de Jesús hasta que podamos decirle: “Realmente eres Hijo de Dios”.
José Cervantes Gabarrón,
sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura