Tomás

Jesús Osorno: “Lo sensible de Dios”

Me gusta este Tomás “incrédulo”. Está hecho para apaciguar la “tristeza de ser hombre”. En este mundo racionalista en el que solo aceptamos como realidad creíble lo que vemos, se nos vuelve comprensible y cercano este compañero de viaje. No es lo que nos digan los demás, o la cultura, o la religión, más aún la política lo que hace parte de nuestras convicciones. Es lo que sentimos, palpamos y hasta soñamos. Es lo nuestro.

Los Apóstoles ven al Resucitado. Su luz los encandila. Los deja estáticos, visionarios. Hay uno de Ellos ausente, Tomás. Y le cuentan cómo Jesús ha estado con Ellos. Las señales sensibles del Resucitado son sus llagas de dolor y sufrimiento en las que hay vida. Ese es el secreto del descubrimiento de Tomás. En llagas de muerte, Él alcanza a ver la vida. Es más honda su fe que la de sus compañeros.

“Dios entra por los sentidos”. El secreto de la Resurrección se ilumina desde la Cruz. Y es la Cruz la que da sentido a la Resurrección. El sufrimiento y el dolor humano, desde su inmensidad y su incomprensión, se revelan como fuente de vida y esperanza en las llagas y cicatrices del Resucitado. Allí está la vida. Entonces, Tomás se nos vuelve un Maestro de la Luz desde el dolor, nos enseña a ver en el dolor el secreto de la vida.

La Iglesia, comunidad de creyentes, seguidores de Jesús, camino del Calvario, podrá ser testigo  de la Resurrección cuando asuma en su rostro y en sus hechos el dolor de humanidad, su miseria, su pobreza y allí en cicatrices pascuales, la gente va a ver y tocar y palpar la vida que emana del Resucitado. Tomás es así el Maestro de una Iglesia nueva que transforma en vida y en esperanza el futuro de la historia.

(Jesús Osorno – Cochabamba 19.04.2020)