Mantenerse en vigilia

Domingo XXXII semana durante el año
Evangelio – Reflexión
Mons. Jesús Pérez Rodríguez OFM

Evangelio

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     25, 1-13

    Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
    El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
    Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
    Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: «Ya viene el esposo, salgan a su encuentro».
    Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: «¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?» Pero éstas les respondieron: «No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado».
    Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
    Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: «Señor, señor, ábrenos».
    Pero él respondió: «Les aseguro que no las conozco».
    Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.

Palabra del Señor.

Reflexión

Estamos terminando el Año litúrgico. Esa es la razón por la cual las lecturas nos hablan del fin del mundo, de la vuelta de Jesús, quien antes de irse a los cielos prometió regresar a este mundo. La vuelta será en forma gloriosa y no en la pequeñez y humildad de la primera venida.

En la segunda venida sucederá con el Reino de Dios como con una boda. En las Escrituras frecuentemente se compara el Reino con una alianza de Dios con su pueblo. Pero hoy, el Esposo es el Hijo amado, y la esposa es la Iglesia. Diez jóvenes doncellas simbolizan la espera de la  comunidad cristiana. Cada joven lleva su lámpara encendida, antorchas encendidas para recibir al Esposo y para danzar en las bodas del Esposo. El signo de las lámparas encendidas es sumamente sugerente. En el judaísmo, significaba a la vez las buenas obras y la alegría de la acogida; en la parábola, la medida del amor de las que velan.

El amor es una vigilancia constante, o sea, es mantenerse en vigilia cotidiana. El número diez lo expresa perfectamente, ya que viene a simbolizar una acción humana (los diez dedos de las manos). Ahora bien, es en la vida cotidiana donde se acerca el Esposo a los hombres que trabajan en el campo y a las mujeres que se afanan en el molino. Pero, viene también en medio de la noche, como señala el Evangelio: la noche de los tiempos escatológicos, la de la Pascua que ha visto el despertar del Hijo de Dios, el primogénito en resucitar.

Mantenerse en vigilia es una expresión cargada de ternura y de compromiso de todo el ser, la otra palabra del amor. Una madre permanece en vigilia junto a su hijo, atenta en todo momento a aliviar su sufrimiento, dispuesta a todo lo que pueda suceder. Una lámpara encendida: alguien vela a la espera de un retorno tardío. Ante determinados  acontecimientos, los hombres se reúnen para formar un comité de vigilancia y actuar cuando sea preciso.

La parábola de hoy nos invita a mantenerse en vigilia, conservando encendida su lámpara. Mantenerse despierto en la fe, alimentando sin cesar su lámpara. Haced saber a la noche que no vencerá con sus argucias de muerte. Con la lámpara encendida llegará a compartir la intimidad misma de Dios. Velar no consiste sólo en no quedarse dormido, sino más bien en prever, en estar atento al menor signo que anuncie la llegada, en mantener viva la esperanza. Esperar el futuro es de sabios.

Hoy se nos invita en la primera lectura a ser sabios. Según el libro de la Sabiduría no es difícil ser sabio. No hace falta mucha ciencia o cultura: muchas personas sencillas, de las que seguramente hemos conocido algunas en nuestra misma familia o entorno, han tenido ese don de la sabiduría y han visto claramente lo que valía la pena en nuestra vida. Mientras que otros que se creían sabios -lo más, serían eruditos o cultos-  no han dado con la clave justa y han malogrado sus energías y su vida.

Fray Jesús Pérez Rodríguez, O. F.M.
Arzobispo emérito de Sucre