Mons. Jesús Pérez: “A los cincuenta días”
¿Estamos construyendo la Iglesia entre nosotros como Dios espera de los cristianos? ¿Cómo andamos en nuestras relaciones familiares? ¿Sabemos exhortarnos a la conversión? Hace cincuenta días celebramos la Pascua… ¿qué cosecha podemos ofrecer hoy al Señor que sembró durante cincuenta días tan abundantemente?
El número cincuenta para los judíos, -los cristianos somos judeocristianos- era todo un símbolo de la plenitud: una semana de semanas, siete por siete más uno. En esta fiesta se celebra la alianza que sellaron con Dios en el monte Sinaí y guiados por Moisés, a los cincuenta días de su salida de la esclavitud de los faraones. Era también la fiesta de las cosechas, en ella se agradecía a Dios los frutos de la tierra y del propio trabajo, y se le consagraba a Dios las primicias. Pentecostés, como la pascua, figuraban y figuran hoy día en el calendario religioso y civil de Israel. La nueva alianza, sellada en el calvario, con la muerte en cruz de Jesús, dio un nuevo contenido, que no debe ser olvidado, sobre todo, al celebrar nuestra fiesta de Pentecostés.
Las lecturas de la vigilia, celebrada anoche, por no pocos cristianos católicos, también en varios lugares de Bolivia, como las lecturas de hoy, nos presentan una visión muy rica de la misión del Espíritu Santo, que vino sobre María y los apóstoles, en el día de Pentecostés, a los cincuenta días de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, como leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuyo autor es el evangelista Lucas. La lectura de hoy, la primera de la misa, tomada del libro de los Hechos 2, 1-11, es continuación de la que leíamos el domingo pasado, con el episodio de la Ascensión, que nos narra el gran acontecimiento que fue para los primeros cristianos, la venida del Espíritu Santo, de acuerdo a lo prometido por Jesús, antes de subir a los cielos.
Desde este acontecimiento de Pentecostés pasó a ser la fiesta del Espíritu Santo. No hay que hacer mucho hincapié en las fechas, ni aislar los sucesivos acontecimientos. San Juan, en su evangelio, ubica la comunicación del Espíritu Santo a los apóstoles en la misma tarde del día de la Resurrección. El hecho es que con la venida del Espíritu Santo se promulga una nueva ley, escrita “no en tablas de piedra, sino de carne, es decir, en los corazones” (2 Cor. 3,3) Con Pentecostés, nace un nuevo pueblo, la Iglesia. Esa es la cosecha de la siembra efectuada en Pascua. El grano de trigo que cayó en tierra y murió (San Juan 12,24), -Cristo- no quedó sólo.
A través de las lecturas se nos ha ido indicando cómo es la Iglesia –cómo debemos ser los cristianos – que nace en Pentecostés, cuáles son sus rasgos más salientes y distintivos, como grupo apostólico o iglesia casera. La Iglesia es, ante todo, misionera, la Iglesia es un cuerpo orgánico y la Iglesia es un lugar de perdón. Esas deben ser siempre las características de la Iglesia. ¿Estamos construyendo la Iglesia entre nosotros como Dios espera de los cristianos? ¿Cómo andamos en nuestras relaciones familiares? ¿Sabemos exhortarnos a la conversión? Hace cincuenta días celebramos la Pascua… ¿qué cosecha podemos ofrecer hoy al Señor que sembró durante cincuenta días tan abundantemente?
Sucre, 9 de junio de 2019
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O. F. M.
Arzobispo emérito de Sucre
[Imagen: fundacionpane.org]