Mons. Jesús Pérez: “¿Son muchos los que se salvan?”
A nosotros nos conviene que no teoricemos tanto, que no perdamos tanto tiempo buscando razones y haciendo estadísticas, mientras la vida y la salvación corren por otros cauces: el compromiso, la entrega y el amor.
Este domingo, tomo las palabras de un hombre que se acerca a Jesús y le hace una pregunta curiosa y provocativa, la que está como titular de este pequeño artículo: ¿SON MUCHOS LOS QUE SE SALVAN? Estas palabras están pronunciadas mientras subían a Jerusalén, lugar donde iba a entregar su vida en oblación al Padre por la salvación de toda la humanidad. El evangelio corresponde a Lucas, 13, 22-30. La pregunta no tiene una respuesta directa, como suele hacer Jesús, sino que le invita a reformular su interrogante. Esta pregunta preocupa a muchas personas, es algo muy actual en creyentes y no creyentes. Para Jesús esto no es importante, lo importante es si yo me salvo, si tú llegarás al Reino de Dios. En la práctica, ¿te preocupa esta pregunta?, ¿por qué?
La pregunta es ociosa, o al menos fruto de la curiosidad. No tiene mayor interés práctico. Es una pregunta de espectador, no de actor. Cualquiera que sea la respuesta, poco o nada incide sobre la propia conducta. Jesús quiere que el hombre sea actor, y no mero espectador de la vida. La verdadera cuestión es, por consiguiente: ¿qué debo hacer para ser del número de lo que se salvan? A nosotros nos conviene que no teoricemos tanto, que no perdamos tanto tiempo buscando razones y haciendo estadísticas, mientras la vida y la salvación corren por otros cauces: el compromiso, la entrega y el amor. No importa mucho saber cuántos matrimonios terminan en divorcio. La pregunta debe ser cómo lograr que nuestros matrimonios sean un fiel reflejo y participación del amor de Cristo a la Iglesia. Lo que haces, ¿te da seguridad para llegar a la salvación?
Cristo vino a la tierra y tomó nuestra naturaleza humana para que todos nos salvemos, para que lleguemos al cielo. Por eso, Jesús no se detiene en curiosidades. Sí que nos enseña cómo conseguir la salvación, que le demos una respuesta clara de fe y de vida auténtica. Debemos aprender a tomar cada día nuestra cruz y seguir en sus huellas. Si el camino de Jesús fue difícil, no es raro que se nos anuncie que el de sus seguidores no puede ser cómodo. Ser cristianos comprometidos es difícil.
Jesús dice claramente que la puerta que nos lleva a la salvación es estrecha. Dios es sincero y no engaña. Dios es padre amoroso, pero no tonto. Sí, la puerta es estrecha, pero no por capricho de Dios, o porque no tenga ganas de recibirnos a la mesa del Reino, sino porque creer y realizar la propia vocación es una ardua tarea. Pareciera como si en el trasfondo de la pregunta que se le hizo a Jesús, acerca de si son pocos los que se salvarán, hubiera habido la idea de que eso ya está decidido de antemano. Es decir, que ya, ahora, hay quien tiene asegurado el cielo y quien ya está definitivamente desahuciado. La respuesta de Jesús da a entender claramente que no hay asientos reservados para el banquete celestial. Para el cielo no hay reservas, como se hace cuando se va a un espectáculo. El cielo hay que ganarlo cada día. Nadie tiene asegurada su salvación. La lucha para alcanzarla dura hasta el final de la vida. Hasta el fin se puede ganar el cielo.
Sucre, 25 de agosto de 2019
Fray Jesús Pérez Rodríguez. OFM.
Arzobispo emérito de Sucre
[Imagen: union.cr]