P. José Cervantes: “La extraordinaria alegría de la Epifanía del Señor”
El día de los Reyes Magos y de la Epifanía
Aunque algunos políticos españoles, obsesionados con establecerse en el poder a toda costa y cuanto antes, no respeten el día festivo, el seis de enero es, en el ámbito católico, el día de la Epifanía del Señor, que popularmente nuestro pueblo llama el día de los Reyes Magos pues, según la tradición hispana, es una jornada especialmente mágica porque está llena de ilusión y de la expectativa de nuestros niños que esperan regalos de sus tres majestades, sobre todo, cuando los niños tienen buena conciencia de haberse portado bien a lo largo del año recién concluido. Muy probablemente casi todos los niños están convencidos de que recibirán sus regalos, pues no cabe duda de que ellos, hasta los más revoltosos, traviesos y desobedientes, tienen mucho más de buenos que de malos, debido a su inocencia e ingenuidad, sólo a veces superada por la malicia inherente a la naturaleza y a la debilidad del egoísmo humano. Ojalá que el regalo de este día les ayude a superarse, a ser mejores este año 2020 y a crecer en sabiduría, en la bondad y en la gratuidad de aquel primer niño, Jesús, que fue visitado por los tres reyes magos.
Una historia de niños inocentes y de magos como protagonistas
Lamentablemente también habrá otros niños y niñas que no reciban ningún regalo, sobre todo aquellos a los que no se les ha permitido nacer ni aquellos a los no se les prestan las atenciones básicas de la vida y se mueren de hambre. Y de todos ellos hay que acordarse especialmente ahora, pues muchos de ellos, aquí y en otras partes del mundo, no tienen ni lo más elemental para vivir y sobrevivir. Para ellos nosotros debemos convertirnos en los verdaderos magos que ofrezcan sus dones entrando en la casa del niño pobre, la oikía del evangelio de Mateo (Mt 2,11) y, al reconocer su dignidad y la de todos los niños pobres, adorar a Dios con nosotros en el Niño Jesús de Belén. Éste se ha convertido en el verdadero pastor que guía a su pueblo y a todos los pueblos de la tierra por senderos que conducen a la paz, a la gratuidad, a la generosidad y a la alegría extraordinariamente grande.
El cuento más verdadero de la Navidad de Jesús
Pero sugiero a los padres que expliquen a los niños el sentido de esta fiesta para que comprendan bien su origen y su verdad más profunda. El origen de todo es un relato maravilloso, el cuento más auténtico de la verdadera navidad, que no es ningún cuento. Pueden leerlo en el evangelio de Mateo 2,1-12, que, en resumen, narra que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes y unos “sabios” llegaron desde Oriente para adorarlo. Éstos pasaron por donde estaba Herodes, el cual, al enterarse de que allí iba a nacer el Mesías mostró también su curiosidad por verlo y, según decía, quería adorarlo. Una estrella iba guiando a los sabios hasta que se paró encima de donde estaba el niño. El texto griego del evangelio se recrea en un superlativo con doble subrayado, casi intraducible por su literalidad hebraizante al reiterarnos que aquellos magos, al ver la estrella, “se alegraron con una alegría extraordinariamente grande”. Y entrando en la casa vieron al niño con María, su madre y, postrándose, lo adoraron, y abriendo sus cofres le ofrecieron regalos, oro, incienso y mirra. Pero fueron avisados en sueños de no regresar donde Herodes y se marcharon por otro camino a su tierra. Y el tal Herodes decretó la matanza de los niños inocentes con el fin de matar también al niño Jesús, pero éste se libró por ahora de la muerte gracias a la protección de su madre, la Virgen María, y de San José, quienes se lo llevaron a Egipto.
Los sabios ofrecen sus regalos
Los magos eran más bien lo que hoy llamaríamos “sabios” y desde el siglo II se cree que eran tres, a juzgar por los tres regalos que le ofrecen al niño; en el S. IV se les llamó “reyes” interpretando la narración evangélica a la luz del Salmo 72,10.11.15 y de Isaías 60,1–6. La interpretación exegética de estos textos permite hacer extensiva la procedencia de aquellas personas hasta Tarsis (extremo occidental), hasta Saba y Arabia, adquiriendo así un alcance verdaderamente universal la tradición de los que adoraron a Jesús, tradición que los considera, desde San Beda (s. VIII), como representantes de los tres continentes conocidos entonces: África, Asia y Europa.
Los sabios del mundo entero iluminados por la Sagrada Escritura
Pero lo importante es que aquellos sabios representaban a los pueblos gentiles de toda la tierra. Por eso el mensaje central del evangelio de este día de la Epifanía del Señor es que la luz de la estrella aparecida en Navidad es el niño Jesús, el Dios que salva a la humanidad entera, y cuya salvación se anuncia a todas las gentes. Los sabios supieron interpretar la señal de la estrella para llegar hasta Jerusalén, pero necesitaron iluminar también su sabiduría con la luz de la Sagrada Escritura, para llegar hasta Dios niño y rendirle con humildad el homenaje merecido.
Guiados por una estrella hasta la casa del niño Jesús
El fenómeno de la estrella en Oriente (Mt 2,2), percibido por los sabios, más allá de las explicaciones científicas posibles, se remonta hasta la profecía de Balaán (Num 24,17), vidente extranjero, de Moab, que anuncia a una estrella que avanza de Jacob e Israel, y que se identifica con un rey portador de salvación. Aquello era una figura mesiánica antiquísima, que requería una búsqueda, un seguimiento y una interpretación desde la Palabra de Dios, que es realmente la que conduce hasta la morada de Dios en la tierra, hasta la casa (Oikía) donde habita el niño estrella, pobre y humilde, cuyo reino no tendrá fin.
Buscadores del Mesías hasta Belén
Textos del Antiguo Testamento (Miq 5,1.3; 2 Sam 5,2; 1 Cro 11,2), combinados según el género literario llamado midrásico, permiten identificar el lugar geográfico de Belén y el tipo de Mesías que allí nace, el verdadero Pastor guía del pueblo de Dios. Al adorar al niño, llenos de inmensa alegría, se convirtieron en testigos ejemplares de la fe en Jesús, Mesías e Hijo de Dios y de María, por obra del Espíritu Santo. Así los sabios representan a todos los buscadores de la historia, a todos los que desde la razón o desde la religión, desde cualquier parte del mundo, buscan con sincero corazón al Mesías y se encuentran con él, desde la palabra de Dios, en el pesebre de Belén.
Atentos a las señales de Dios en el mundo
Aquellos sabios de Oriente, como los pastores de Belén, estaban atentos a las señales de Dios en medio del mundo, por eso percibieron su presencia. Como ellos, también hoy, podemos orientar nuestra mirada al niño. Al niño Jesús y, con él, a todos los niños que sufren. A los niños refugiados, perseguidos, maltratados, explotados. A los niños enfermos, abandonados y excluidos. A los catorce muertos en las minas de cobalto del Congo… y a tantos otros. Se cuentan por millones los niños hambrientos y víctimas de la injusticia estructural del mundo presente, causante de la extrema pobreza de la tercera parte de la humanidad.
La misión es hacer de la tierra un Belén para atender a todos los niños
La salvación de esta tierra no llega ni con la magia de los reyes del celofán ni con los intereses de los Herodes de turno en la actualidad, sino con el misterio de Jesús niño y la acción amorosa y servicial de los hombres y mujeres que se ponen en marcha ante las señales del mundo o del cielo para ir a la casa donde está el niño, donde están los niños, y ofrecer los dones del reconocimiento de su dignidad y los necesarios para una vida digna. No importa en qué parte del mundo se encuentren esos niños, pues toda la tierra se puede convertir en un auténtico Belén. La misión es hacer de la tierra un Belén para atender a todos los niños, especialmente a los que sufren, a los que no se les deja nacer y a los que no se les deja vivir con dignidad y con lo necesario para salir adelante.
Dichosos los que entregan su vida a atender a los niños necesitados
Hoy quiero destacar la humildad, la solidaridad y la gratuidad de todas las personas que dan testimonio a favor de los últimos, especialmente las de los misioneros y misioneras cristianos y de los miles de voluntarios que, percibiendo las señales de estos tiempos, también las señales de las crisis actuales, se entregan a la causa de los niños pobres, marginados y hambrientos, y quiero dar particularmente las gracias a los voluntarios de Bolivia y de Europa que ofrecen su vida en nuestra casa de acogida a los niños en situación de calle, Oikía, en Santa Cruz de la Sierra, actualizando con sus vidas la escena evangélica de los sabios de Oriente que adoraron al Niño Dios ofreciéndole lo que le correspondía. Felicidades a todos los que quieren hacer del mundo un Belén vivo porque su alegría será siempre extraordinariamente grande.
(José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura)