¿Reconocemos a Jesús en la celebración de la Eucaristía, en su Cuerpo que recibimos? Mons. Bittschi
13.12.2020// El pasaje del Evangelio de este tercer domingo de Adviento es tomado de San Juan que inicia con el Prólogo poético que retoma las primeras palabras de la Biblia para presentar a Jesús, el Hijo del Eterno, que existe junto a Dios antes de los tiempos en la eternidad. Ahora, en medio del tiempo, por designio del Padre toma carne y se revela como Rey de Israel. Luego en un prólogo narrativo trae el testimonio de Juan el Bautista y de los primeros discípulos. Para eso San Juan muestra el inicio del ministerio de Jesús con una semana que nos lleva a pensar en los siete días de una nueva Creación.
El Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis, Mons. Adolfo Bittschi, en su homilía nos plantea una pregunta para reflexionar en el tercer domingo de adviento rumbo a la navidad.
¿Reconocemos a Jesús en su Palabra, en la celebración de la Eucaristía, en su Cuerpo que recibimos? ¿En los necesitados a nuestro lado y en el camino?
Tercer Domingo de Adviento del ciclo B, Evangelio según San Juan 1, 6-8.19-28.
ENTRE USTEDES HAY ALGUIEN A QUIEN NO CONOCEN, QUE VIENE DETRÁS DE MÍ; Y YO NO SOY DIGNO DE SOLTARLE LA CORREA DE SU SANDALIA
En este tercer domingo de Adviento, domingo GAUDETE, DOMINGO DE ALEGRÍA, nos acompañan el profeta Isaías y el apóstol San Pablo, pero el personaje que sobresale es el profeta Juan Bautista que nos llama a preparar el camino para que Jesús pueda llegar a nuestro corazón.
San Ambrosio nos anima: “Que cuando venga encuentre, pues, tu puerta abierta, ábrele tu alma, extiende el interior de tu mente para que pueda contemplar en ella las riquezas de rectitud, tesoros de paz, suavidad de gracia. Dilata tu corazón, sal al encuentro del sol de la luz eterna que alumbra a todo hombre. Esta luz verdadera brilla para todos, pero el que cierra sus ventanas y la puerta se priva a sí mismo de la luz eterna. También tú, si cierras la puerta de tu alma, dejas afuera Cristo. Aunque tiene poder para entrar, no quiere ser inoportuno, no quiere obligar a la fuerza. Vemos que el alma tiene una puerta, a la que viene Cristo y llama. Ábrele, pues; quiere entrar, quiere hallar en vela a su Esposa”. (San Ambrosio, comentario al Salmo 118).
Las palabras de Isaías en la 1ª Lectura definen de un modo magistral la misión de Jesús el Salvador: “El Espíritu del Señor está sobre mí porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren… para proclamar el año de gracia del Señor”.
En la segunda lectura, el apóstol San Pablo invita a no apagar la acción del Espíritu, a preparar la venida del Señor Jesús, conservándose irreprensibles. Exhorta a cultivar actitudes evangélicas: “Estén siempre alegres”. “Sean constantes en el Amor”. “Den gracias a Dios en toda ocasión. Vigilancia, alegría, oración y gratitud son las actitudes espirituales necesarias para vivir el Adviento.
El pasaje del Evangelio de este tercer domingo de Adviento es tomado de San Juan que inicia con el Prólogo poético que retoma las primeras palabras de la Biblia para presentar a Jesús, el Hijo del Eterno, que existe junto a Dios antes de los tiempos en la eternidad. Ahora, en medio del tiempo, por designio del Padre toma carne y se revela como Rey de Israel. Luego en un prólogo narrativo trae el testimonio de Juan el Bautista y de los primeros discípulos. Para eso San Juan muestra el inicio del ministerio de Jesús con una semana que nos lleva a pensar en los siete días de una nueva Creación.
En el primer día del ministerio de Jesús el evangelista une el testimonio de Juan Bautista, anunciado en el Prólogo (vv.6-8). El Bautista no se identifica con ninguna de las grandes figuras esperadas para el tiempo mesiánico; su único propósito es dar a conocer a Jesús en medio de su pueblo, a quien se debe buscar y descubrir. “Conocer a Jesús” era el desafío de los judíos y de los discípulos aquel entonces y hoy lo es también de nosotros reconocerlo en los diferentes rostros.
El Testimonio de Juan Bautista en el Evangelio según San Juan.
Las preguntas que le formulan los sacerdotes y levitas intrigados por su identidad y misión, el Bautista responde en forma negativa. Juan no se apropia de ningún título mesiánico que no le corresponde. De este modo se perfila su identidad respecto a la de Jesús, el Cristo, y se descartan ciertas equivocaciones acerca de su misión que podían haber sido defendidas por sus discípulos.
Seguimos el texto del Evangelio y veremos ocho aclaraciones de Juan Bautista:
1) “Confesó sin reservas: Yo no soy el Cristo… ni Elías… ni el profeta” (vv.20-22). Los tres títulos tienen un significado mesiánico bien entendido y esperado por los Israelitas.
2) “Yo soy la voz del que clama en el desierto” (v.23). Él es sólo la voz que anuncia al Mesías y le prepara los caminos al corazón humano; no es la Palabra. La voz desaparece mientras la Palabra queda.
3) “Hay en medio de ustedes alguien a quien no conocen, que viene detrás de mí… y yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias” (vv.27-28). Juan muestra una vez más su humildad.
4) “Al acercarse hacia él, Jesús dijo: “¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”” Desde el libro de Éxodo (cap.14) hasta el Siervo sufriente de Dios (Isaías 53), la imagen del Cordero inmolado está unido a la salvación del pueblo. El verdadero Cordero de Dios morirá a la misma hora en que los corderos son sacrificados para la Pascua (Juan 18,28).
5) “El hombre que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque Él existía antes que yo” (v.30). Confesión de la existencia de Cristo antes de los tiempos. Es una revelación personal y un conocimiento inspirado por el Espíritu Santo a Juan (cfr.v.31).
6) “Yo he visto al Espíritu descender del cielo como una paloma y posarse sobre Él” (v.32). Jesús por el Espíritu de Dios es el “Ungido”, en griego el “Cristo” y en hebreo el “Mesías”. Lo mismo se realiza con nosotros con el signo del Santo Crisma en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Ordenación Sacerdotal y Episcopal.
7) “Ese es Él que bautiza con el Espíritu Santo” (v. 33). Juan anuncia el Bautismo distinto del suyo que instaura Jesús y que no es solamente para el perdón de los pecados sino que nos hace hijos de Dios. 8) “Yo lo he visto y doy testimonio de que Éste es el Elegido de Dios”.
La pregunta para nosotros: ¿Reconocemos a Jesús en su Palabra, en la celebración de la Eucaristía, en su Cuerpo que recibimos? ¿En los necesitados a nuestro lado y en el camino?
¡Ven, Señor Jesús! Pronto por favor, te necesitamos. El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la Bendición de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y sus familias y les acompañe hoy y siempre.
Mons. Adolfo Bittschi
Obispo Auxiliar de Sucre
Obispo Resp. de Misiones CEB