No seamos herbicidas
Reflexión Dominical
Mons. Jesús Pérez Rodriguez
El domingo pasado el evangelio de Mateo, 13,1-23, nos regaló la parábola del sembrador, de la que Jesús hacía una bella explicación. Hoy, seguimos con el mismo capítulo 13, 24-43, en el que se nos dan tres parábolas preciosas, para que podamos entender el gran misterio del reino de Dios, que Jesús anunciaba. Estas tres parábolas son como una respuesta de Jesús a las inquietudes que sus oyentes tenían con respecto al mal y al bien, los buenos y los malos. Algunos se preguntaban: si Dios es bueno y ama el mundo, si ha enviado a su propio Hijo para salvarnos, ¿por qué existe el mal? Se puede entender que el mal exista allí donde aún no llegó la Palabra salvadora, donde no se sembró o donde no puede germinar la buena semilla del evangelio, pero ¿cómo explicar la presencia del mal en el mundo, salvado y redimido, al que fue enviado el Espíritu Santo, como fuego purificador y viento impetuoso?
Los planes de Dios no son los nuestros o como dice el salmista: “los pensamientos del hombre son insustanciales”. Jesús nos explica claramente cómo es el reino de Dios y, sin duda, no estamos capacitados para entender mucho a Dios, ni sus proyectos. Mirando a la comunidad cristiana desde sus inicios hasta hoy, siempre ha estado en ella el mal y el bien, el trigo y la cizaña. La falta de coherencia o de testimonio de parte de quienes nos acompañan en nuestras misas u ocupan puestos importantes en la Iglesia, nos quita las ganas de seguir participando en la vida de la misma. La cizaña está creciendo en el trigal de Dios. Los bautizados somos muchos millones, y un gran número de ellos se autoproclaman muy católicos y no practican o cumplen los mandamientos de Dios, y el Señor sigue permitiendo el mal y el bien. Es el tiempo de la paciencia y la espera de Dios. No acabamos de entender la paciencia de Dios.
La cizaña también está en nuestras familias y hasta en los mejores hogares, en los grupos de movimientos laicales y en las mismas comunidades religiosas. Es verdad, entre nosotros nos queremos, oramos juntos, nos alentamos los unos a los otros, nos deseamos siempre lo mejor. Somos entonces trigo, buena semilla. Pero, no pocas veces aparecen, cuando menos lo pensamos y de quienes menos lo sospechábamos, los sembradores de cizaña. Están los malentendidos, cuesta trabajar por la unidad y el Maligno nos lleva siempre a la desunión.
Frente a tanta cizaña que hay por todas partes, resulta inevitable la fuerte tentación de arrancarla a cualquier precio. Jesús y su Padre prefieren obrar de otra forma. La cosecha será buena, óptima. La cizaña, por más que lo intente, no arruinará la cosecha. La semilla sembrada es de buena calidad y está asegurado el éxito de la cosecha. Hemos de desechar la tentación de ser “herbicidas”. Más bien, debemos sentirnos llamados a ser vivificadores. NO SEAMOS HERBICIDAS.
Sucre, 19 de julio de 2020
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
Arzobispo emérito de Sucre