La selección será al final
Reflexión Dominical
Mons. Jesús Pérez Rodríguez OFM
Evangelio
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 44-52
Jesús dijo a la multitud:
«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
«¿Comprendieron todo esto?»
«Sí», le respondieron.
Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy terminamos de reflexionar sobre el capítulo 13 del evangelista san Mateo y son las últimas parábolas de Jesús, que actúa como “un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo”. Están tomadas de la vida cotidiana de la gente de su época -como decía hace dos semanas- y alaban la sabiduría que supone hacerse con el tesoro o con la perla y saber distinguir los peces buenos y los malos. No hay que olvidar que las parábolas que Jesús nos regala tienen la intencionalidad clara de explicar a todos los rasgos o características del Reino de los cielos: “…se parece a…”.
La palabra de Dios invita siempre, como hoy, a adquirir y apreciar la sabiduría verdadera. Así vemos en la primera lectura que nos propone el ejemplo de Salomón. No es frecuente oír que un gobernante pida a Dios un corazón prudente, sabio. Eso es lo que pide Salomón: reconoce que no le va a ser fácil gobernar al pueblo de Israel, porque es inexperto. Es extraordinaria esa actitud con que comienza su reinado. Pide “un corazón dócil”. No unos súbditos dóciles, sino que él, el nuevo rey, sea dócil, o sea, atento. Que sepa escuchar y así pueda interpretar lo que conviene en cada momento. Es necesario que aprendamos esta enseñanza en el vivir diario.
Las dos parábolas nos invitan a saber discernir dónde están los valores y trabajar para conseguirlos. O sea, a ser buenos negociantes no sólo en las cosas materiales, sino también en las espirituales. Lo importante es que los cristianos, seguidores de Jesús, sean listos para descubrir que los valores del espíritu son más importantes que todo lo demás y para aprender a hacer una clara opción por ellos. Otros valores son externos y caducos con aspectos llamativos, con baratijas superficiales que no salvan, que no nos dan la felicidad verdadera.
Jesús nos dio una enseñanza de paciencia, a imitación de la paciencia infinita. Lo hace en esta tercera parábola, la parábola de la red que se echa al mar sin destinatario fijo. Sólo más tarde, al recogerla, se separa lo bueno de lo inútil. Así pasa con el reino de Dios. La red se echa para todos. La palabra se predica a todos. No hay que hacer acepción de personas, no hay que marginar a ninguno antes de tiempo, juzgándolos incapaces de la buena noticia, del amor de Dios. La selección es al final. Estamos en tiempos de la paciencia de Dios.
También estamos en el “tiempo de la paciencia de la Iglesia”, en el que conviven dentro de la red los buenos y los malos. A nosotros, todos los bautizados, nos toca echar la red y ser “pescadores de hombres”, como prometió Jesús a Pedro y a los otros discípulos. No nos toca juzgar y menos condenar, ni tomarnos la justicia por nuestra mano, tratando de arreglar los problemas del mundo. Como hace Dios, tenemos que respetar la libertad de las personas, tratar de ayudarlas sin violencia ni precipitaciones. Recordemos: la Iglesia es santa, pero está formada por pecadores.
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
Arzobispo emérito de Sucre