Mons. Jesús Pérez: “A la luz del Espíritu”
Jesús, al recibir el bautismo de Juan, se enrola en la fila de los pecadores y muestra claramente con esa acción profética, que él asume los pecados de toda la humanidad para salvarnos, para redimirnos de ellos. El cielo manifiesta quién es Jesús de Nazaret.
Arquidiócesis de Sucre 14.01.2019//Este domingo celebramos el Bautizo de Jesús en el río Jordán por manos de Juan el Bautista. Esta fiesta es importante, no porque Jesús haya recibido el sacramento del Bautismo. Jesús no recibió el sacramento, ni existían los sacramentos. Los sacramentos nacieron de la muerte en cruz y la resurrección. El bautismo de Juan era un rito, signo de conversión para disponerse a esperar al Mesías. Jesús se hace bautizar y su bautismo se describe como una epifanía o manifestación de su personalidad. En el bautismo aparece Jesús como el Mesías, el elegido, el amado, el ungido que envía el Padre y, armado con la fuerza del Espíritu Santo. El bautismo de Juan era sólo con agua, pero el bautismo de Jesús es con agua y el Espíritu, como lo dice claramente Juan el Bautista.
Jesús, al recibir el bautismo de Juan, se enrola en la fila de los pecadores y muestra claramente con esa acción profética, que él asume los pecados de toda la humanidad para salvarnos, para redimirnos de ellos. El cielo manifiesta quién es Jesús de Nazaret. Nosotros, los cristianos, hemos recibido el bautismo de Jesús. En el bautismo nos alcanzó el Espíritu de Cristo y, de su amor, fuimos ungidos con su fuerza para dar a los demás esa salvación, la luz a los ciegos, la libertad a los esclavos y oprimidos…; de su realización en la historia y de su eficacia actual, somos nosotros los bautizados responsables.
Si el bautismo nos incorporó a Cristo y nos ungió en su Espíritu, o sea, – en la gracia de Dios, vivir en Cristo es estar siendo salvados – vivir liberándonos en él de nuestros egoísmos y realizándonos por el amor vivido a la medida de su amor, conducidos por su Espíritu- y vivir en Cristo es también colaborar con él en la salvación de todas las personas, en su liberación de las esclavitudes, – la peor esclavitud es el pecado- en su promoción y realización progresiva, en la construcción de un mundo mejor, donde todos nos sintamos unidos como hermanos en Cristo, el hermano mayor. No olvidemos que somos miembros del cuerpo de Cristo desde el bautismo.
A la luz del Espíritu Santo es necesario descubrir en Cristo las verdaderas dimensiones de las personas nuevas que hemos de llegar a ser cada uno de nosotros y que hemos de ayudar a ser con los demás, las verdaderas dimensiones de esa nueva humanidad que Dios se ha propuesto realizar en Cristo y con nosotros. Tenemos con nosotros, todo bautizado, al Espíritu Santo y con su fuerza hemos de despertarnos a la verdadera esperanza y al compromiso. Es necesario que cada bautizado como Iglesia que somos, a la luz del Espíritu Santo, liberarnos de tantas tonterías en que perdemos el tiempo. No trabajamos por implantar este reino de justicia, de paz y amor. Es muy necesario que no nos dejemos engañar y nos comprometamos en las realidades que hacen sufrir a tantas personas y trabajar sin cansancio por liberar a los demás de todo mal.
Sucre, 13 de enero de 2019
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
Arzobispo emérito de Sucre
[Imagen: blogs.alfayomega.es]