P. José Cervantes: Escuchar a Jesús y a “los otros”
La alegría de mi aniversario sacerdotal
El día 20 de Julio, hace treinta y nueve años, fui ordenado sacerdote al servicio de la Iglesia y lo estoy celebrando de manera sencilla en estos días en Bolivia con las personas con quienes comparto la vida, la alegría y la esperanza, en medio de los sufrimientos, especialmente con los niños en situación de calle a los que cuidamos en Oikía, nuestra casa de acogida y con todas las personas extraordinarias que los cuidan y atienden en un espíritu de entrega generosa.
Maravilloso texto de la Carta a los Colosenses
Con gran alegría y con no menor atrevimiento permítanme los lectores compartir con todos la fuerza que para mí tiene el texto de la Carta a los Colosenses (Col 1,24-29) que hoy se proclama en la Iglesia, pues es lo mejor que yo personalmente puedo comunicar como expresión de mi identidad sacerdotal en los días de mi aniversario de ordenación y hago mías todas y cada una de las palabras del texto paulino, que a continuación reproduzco según la traducción de la Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española, con la pequeña variante de un cambio de orden, marcado entre corchetes, en las palabras del versículo inicial: “Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo [*] lo que falta a los padecimientos de Cristo [en mi carne], en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios, el misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para presentarlos a todos perfectos en Cristo. Por este motivo lucho denodadamente con su fuerza, que actúa poderosamente en mí”.
La plenitud del misterio de Cristo
La estructura literaria del texto paulino en forma de quiasmo permite concentrar la atención en el misterio de Cristo, esperanza de la gloria. Ese misterio es que Cristo es el salvador para la especie humana ya desde antes de su creación. La palabra misterio expresa que se trata de algo grandioso y no siempre perceptible, pero profundamente real. Jesucristo, muerto y resucitado, imagen de Dios invisible, en quien reside toda plenitud, es el misterio revelado a todo ser humano para encontrar la esperanza de la gloria, en medio de las vicisitudes del mundo presente.
“Lo que falta a los padecimientos de Cristo en mi carne”
El cambio de orden antes indicado permite resaltar lo que el orden escrupuloso del texto original griego revela. El versículo de Col 1,24 (“Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo [*] lo que falta a los padecimientos de Cristo [en mi carne], en favor de su cuerpo que es la Iglesia”) no indica que a la Pasión de Cristo le falte algo que debiera completar el apóstol, pues Cristo es la plenitud (cf. Col 1,19), sino que a quien le falta es al apóstol completar su itinerario, su servicio, su actividad evangelizadora, marcada por las tribulaciones y sufrimientos que lleva consigo la misión y que él denomina “las tribulaciones de Cristo en mi carne”; es decir, las tribulaciones del evangelizador que reproducen las de Cristo en su manera de vivir y de sufrir por y para el anuncio del Evangelio y para la Iglesia. Por ello la vida sacerdotal y misionera está marcada por la Pasión de Cristo y por la gran alegría de servir a los demás la palabra de Dios y el Evangelio de Cristo, actividad que en sí misma, independientemente de su eficacia y de sus resultados, es con mucho lo mejor y la causa de la alegría del ministerio sacerdotal, mediante el cual sigo anunciando que Cristo es nuestra esperanza.
La acogida y la hospitalidad en la Biblia
El protagonismo de la Palabra de Dios y de Cristo en nuestra vida sacerdotal o cristiana queda de manifiesto en las escenas de acogida y de hospitalidad que hoy tenemos en la primera lectura (Gn 18,1-10) y en el Evangelio de Marta y María que hospedan a Jesús en su casa (Lc 10,38-42). En ambos textos podemos descubrir que escuchar la palabra del otro es dar la mejor de las acogidas y cuando esta palabra es la de Jesús, entonces es escoger la parte mejor. También el primer mandamiento empieza diciendo “Escucha, Israel” (Shema` Israel: Dt 6,4), que constituye una palabra símbolo de la fe de Israel.
La acogida del huésped en la espiritualidad bíblica
En el Antiguo Testamento son muchos los pasajes en los que aparece la hospitalidad con el forastero como un deber natural del israelita. Los patriarcas eran pastores seminómadas y se regían por el llamado «código del desierto», un código no escrito cuyo pilar básico era la hospitalidad con el forastero. Uno de esos relatos ejemplares de acogida al forastero es la escena de Abrahán hospedando en su tienda, junto al encinar de Mambré, a tres individuos desconocidos, en quienes reconoce la presencia del Señor (Gn 18,1-16). Su hospitalidad será compensada con el favor de Dios que concederá un hijo a su esposa Sara en la vejez. En el Evangelio de Lucas aparece otra escena típica de hospitalidad cuando Jesús es acogido en casa de Marta y María (Lc 10,38-42). Pero la actitud de cada una de las hermanas permite destacar la importancia de la escucha del huésped como elemento esencial en la acogida de los otros. Marta hospedó a Jesús en su casa. Sin embargo, mientras ésta se agobia y se preocupa de hacer muchas cosas, su hermana María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Hospedar es escuchar al huésped
La hospitalidad y la acogida del peregrino, del forastero y del inmigrante son virtudes esenciales en el mundo bíblico. Abraham, padre de los creyentes, judíos, cristianos y musulmanes, es el modelo de anfitrión en el mundo cultural del Mediterráneo y en las religiones monoteístas. Para Abraham hospedar es ver al otro, correr hacia el otro, darse prisa, preparar la mejor comida (como en la parábola del hijo pródigo) y, sobre todo, escuchar al otro, pues su palabra es portadora de promesas inesperadas, sorprendentes y gratuitas. Pero en el evangelio se destaca aún más lo verdaderamente importante: Hospedar es escuchar al huésped. En la gran casa de Abraham de la cuenca mediterránea y en este mundo globalizado e intercultural, lo más urgente y apremiante para vivir con justicia y en paz sigue siendo “escuchar” al huésped y al inmigrante, escuchar al “otro” y al diferente, ya sea cristiano, musulmán o no creyente.
Al escuchar al “otro” se cumplen las promesas de Dios
El gran mensaje bíblico acerca de la hospitalidad es que el otro, el diferente, el inmigrante, por pobre e irrelevante que parezca, siempre tiene algo que decirnos y enseñarnos. Por eso hay que escucharlo, pues sus palabras albergan las promesas de lo inédito e inaudito. Para Abrahán la acogida y escucha del huésped supuso el cumplimiento de la promesa de que sería padre de una gran multitud. Por su parte, María, hermana de Marta, aprende de Jesús, como verdadera discípula. En la actividad cotidiana, a cualquier hora puede sorprendernos la llegada del Señor, también a través del otro, del desconocido y del extraño. Es esencial en la hospitalidad bíblica la escucha del otro.
La escucha y acogida de los otros y de los diferentes es esencial en nuestro mundo
Ante las leyes restrictivas aplicadas a los inmigrantes pobres y necesitados en los países ricos del mundo, ante las actitudes racistas y xenófobas, manifiestas u ocultas en nuestras sociedades, ante el retroceso que lleva consigo la pérdida de los valores democráticos en los países gobernados por regímenes populistas que pretenden acaparar el poder de forma vitalicia desoyendo incluso referéndum, hoy es importante escuchar la voz del maestro Jesús, que, a su vez, invita a escuchar a los otros, a los inmigrantes, a los diferentes, para hacer del mundo la casa común que esperamos. Éste es, sin duda, el camino para que se cumpla la gran promesa que esperamos: la de un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia.
Escuchar a Jesús para llenar nuestra vida de alegría
Escuchar hoy a Jesús y su mensaje, contemplar el misterio de Cristo en toda su plenitud, y deleitarnos, como María en Betania, en la escucha del Señor, es indispensable para seguir anunciando, entre sufrimientos y tribulaciones, que Él es para todos nosotros la esperanza de la gloria, y para los servidores del Evangelio en la vida sacerdotal él es la razón más profunda de la alegría. Como dice el Papa Francisco al terminar sus discursos: No se olviden de rezar por mí en este aniversario de ordenación sacerdotal.
(José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura)
[Fuente: Infodecom]