Cuidarnos unos a otros (FT # 57)

Arquidiócesis de Sucre/CEAS/22/10/2020//.- Amada Iglesia en la arquidiócesis de Sucre como Comunidades Educativas del Arzobispado de Sucre (CEAS) no podemos dejar de agradecer a Dios por la vida la nuestra sí, la de nuestros estudiantes también, pero fundamentalmente por la vida de Jesucristo, quién con palabra y obras nos enseñó a ser verdaderamente humanos.

Hemos estado reflexionando capítulo a capítulo la última encíclica de SS Francisco (Fratelli tutti) y el capítulo II de este hermoso regalo trabaja la reflexión de Lc.10,25-37. Sí querida familia en las CEAS, trabaja la parábola del Buen Samaritano, un pasaje tan cercano a nuestra pertenencia a estas comunidades; bien sabemos que dentro de nuestra comprensión del paradigma liberador del Evangelio, recogemos paso a paso las actitudes y acciones del Buen Samaritano; es nuestro sincero deseo que nuestros educadores y los distintos estamentos de nuestros centros comprendan  que estamos llamados a  vivir  “un amor que se abre a todos” (FT #82) amor que crea “una cultura diferente que nos oriente a superar enemistades y cuidarnos unos a otros” (F.T. # 57).

En las cartas a nuestros educadores hemos descubierto que Jesús nos pide no solo nuestro tiempo, nos invita a donar nuestra vida misma en la preciosa labor de ser cooperadores de la verdad. En esta encíclica ya su SS Francisco nos convoca a ser agradecidos por el hecho ya de haber dado su tiempo…. Es cierto … ha sido mucho el tiempo que nos han ofrecido y que han donado para no dejar a los estudiantes al borde de la exclusión educativa, muchos por diferentes medios y circunstancias han sido presencia del samaritano y éste gesto es un regalo invaluable; citamos solo para la reflexión: “Uno se detuvo, le regaló cercanía, lo curó con sus propias manos, puso también dinero de su bolsillo y se ocupó de él. Sobre todo, le dio algo que en este mundo ansioso retaceamos tanto: le dio su tiempo” (FT # 63).

Uno de nuestros esfuerzos ha sido trabajar nuestro compromiso eclesial contribuyendo de todas las formas posibles para que todos comprendan que “LA DIGNIDAD SE RESPETA” y en ésta encíclica se nos recuerda: “hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor … no podemos dejar que nadie quede a un costado de la vida. Esto debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad y alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad” (FT # 68); por tanto estamos invitados estamos a comprender que nuestros ejes de trabajo no pueden quedar en formulaciones bonitas pues entrañan un profundo deber de vivir indignados por el sufrimiento que puede ser evitado y ante el cual se pasa indiferente.

 Reconocemos junto con la reflexión del Papa que en la vida “simplemente hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo”, sabemos que sus esfuerzos por dar lo mejor de sí en cada momento es fiel testimonio de que son parte de los que se hacen cargo del dolor de tantos que necesitan un acompañamiento pedagógico concreto, sabemos que le dedican su tiempo y sus mejores esfuerzos; nuestra gratitud en oración, por tanto.

Cuánto compromiso vivido pues confiamos que han comprendido que: “No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas” (FT # 77)  y por ello reconociendo que todos somos Iglesia en sinodalidad misionera, confiamos que donde estén sabrán vivir el don educador con el Espíritu del Evangelio.

Finalmente sabiendo que en la vida “sólo hicimos lo que teníamos que hacer” (Lc. 17,10) démoslo todo a ejemplo del samaritano que: “se fue sin esperar reconocimientos ni gratitudes. La entrega al servicio era la gran satisfacción frente a su Dios y a su vida, y por eso, un deber” (FT # 79).

Que jamás olvidemos pues nuestra “responsabilidad sobre el herido que es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra” (FT # 79).

C.E.A.S. para “Servir y Dar la Vida”  (Mt.20,28).