Dios premia las acciones, no los sermones

Evangelio – Reflexión
Domingo XXVI Durante el año
Mons. Jesús Pérez Rodríguez

Evangelio

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     21, 28-32

    Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
    «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: “Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña”. El respondió: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: “Voy, Señor”, pero no fue.
    ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»
    «El primero», le respondieron.
    Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».

Palabra del Señor.

Reflexión

Hoy es el domingo 26 del tiempo ordinario que, como en los otros domingos, Dios nos regala la gran riqueza de la Palabra de Dios. Bolivia durante varios años ha venido celebrando la Jornada Nacional de la Biblia, después de dedicar todo el mes de septiembre a ella.  El Papa Francisco ha puesto como día de la Palabra de Dios, el domingo tercero del tiempo ordinario, el cual cae a fines de enero. La lección de la Palabra de este domingo es que, no basta decir cosas, hacer bellas homilías o sermones. No basta la buena  intención. Tenemos que llevar a la práctica la Palabra que escuchamos. A un político no se le aplaude sólo por las lindas intenciones que manifiesta con sus palabras. Todos esperamos que cumpla lo que ha dicho tan bonito. Alguien decía con mucha sensatez: “Dios premia las acciones, pero no los sermones”.

El evangelio de Mateo 21, 28-32, nos narra la parábola de los dos hijos que fueron enviados por el padre a trabajar en su viña. Jesús pone en acción a los que le escuchan, entre ellos están “sacerdotes y ancianos del pueblo”, o sea, miembros insignes de Israel, orgullosos de su pertenencia al pueblo elegido de Dios, al preguntarles: “¿Qué les parece, quién de los dos hizo lo que quería el padre?” Con esta parábola sencilla les echa en cara la hipocresía que reina en  el pueblo de Israel. El hijo que dijo no querer ir a trabajar, luego fue. El que dijo que sí, que iba, no fue. En este segundo es donde “retrata” Jesús a las clases dirigentes de Israel. Los contrapone a los publicanos y prostitutas que tienen mala fama, pero muchos de ellos acogieron el mensaje de Jesús. Se convirtieron, o sea, cambiaron de vida.

Los dos hermanos manifiestan actitudes contrarias, pero en realidad son una misma persona; ambos representan al que escucha la parábola, pero piensan que el asunto no les atañe porque no quieren cambiar. Ambos actuaron mal, aunque el que dijo no, después haya obedecido al padre. Luego Jesús se dirige a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo, que se sienten los profesionales de Dios y les dice: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas les llevarán la delantera en el reino de Dios”.

Cuenta una leyenda japonesa que un hombre murió y fue al cielo. Un guía le dio un tour en el bus turístico por el cielo y, maravillado, dijo: “Esto es mucho más bello que nuestro mundo”.  En el recorrido vio una gran sala llena de estanterías y en las estanterías había alineadas miles de orejas humanas. Preguntó el individuo para qué tenían tantas orejas allí. La respuesta: “Estas orejas pertenecen a todos aquellos cristianos que oyeron la Palabra de Dios, pero no quisieron ponerla en práctica”. Naturalmente, ni la parábola, ni su aplicación hoy, son una invitación a imitar al hijo que dijo “no” o a las prostitutas o publicanos, sino la capacidad que tuvieron esas personas de convertirse y cambiar a una actitud de fe. El ideal es decir siempre “sí” con convicción y perseverar en el bien.

Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
Arzobispo emérito de Sucre