II JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES- En Parroquias y Comunidades (sugerencias)

Arquidiócesis de Sucre 15/11/2018

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario
18 de noviembre de 2018
«Este pobre gritó y el Señor lo escuchó»
Subsidio litúrgico

 Subsidio litúrgico para la EUCARISTÍA:

Con mandato o permiso del ordinario del lugar, puede decirse la misa «por el progreso de los pueblos»
que se ofrece a continuación (Misal Romano, misas y oraciones por diversas necesidades, nº 29, pág.
1041s).

Subsidio litúrgico para la EUCARISTÍA:

Con mandato o permiso del ordinario del lugar, puede decirse la misa «por el progreso de los pueblos» que se ofrece a continuación (Misal Romano, misas y oraciones por diversas necesidades, nº 29, pág.

1041s).

Antífona de entrada 1 Jn 3, 17

Si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?

Monición de entrada

Hermanos:

Nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía, el sacramento de unidad y caridad. En este domingo, por expreso deseo del papa Francisco, la Iglesia celebra la jornada mundial de los pobres. Con ella se pre-tende que en nuestra conciencia se produzca un fuerte llamamiento, de modo que estemos cada vez más convencidos de que compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda y de que los pobres no son un problema, sino un recurso al cual acudir para acoger y vivir la esencia del Evangelio.

El Santo Padre nos recuerda de esta forma que no amemos de palabra sino con obras. Hemos de ofrecer así la cercanía sincera, la oración, y la ayuda generosa y efectiva a tantas personas que, cerca y lejos de nosotros, sufren las muy variadas formas de pobreza que se dan hoy en nuestro mundo. De esta forma estaremos cumpliendo la palabra de Dios que hoy escucharemos haciendo el elogio de quien sabe abrir sus manos al necesitado y tender sus brazos al pobre.

En la Eucaristía que celebramos encontraremos en Jesucristo el modelo de amor y entrega, y la fuerza para vivir en la caridad cristiana con los pobres y necesitados.

Acto penitencial

— Defensor de los pobres: Señor, ten piedad.

  1. Señor, ten piedad.

— Refugio de los débiles: Cristo, ten piedad.

  1. Cristo, ten piedad.

— Esperanza de los pecadores: Señor, ten piedad.

  1. Señor, ten piedad.

Oración colecta

Oh Dios,

que has dado a todos los pueblos la misma procedencia,

y quisiste, con ellos, reunir en ti una sola familia,

llena los corazones de todos con el fuego de tu amor

y enciéndelos con el deseo del progreso justo de sus hermanos,

para que, con los bienes que generosamente repartes entre todos,

cada uno alcance la plenitud humana como persona,

y, suprimida toda discriminación,

se afirmen en el mundo la igualdad y la justicia.

Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles

Presentemos nuestra oración a Dios, que siempre escucha las súplicas de sus pobres.

— Por la Iglesia, para que presente ante el mundo el testimonio auténtico del amor y del cuidado por los pobres. Roguemos al Señor.

— Por los que dirigen las naciones y por los que tienen responsabilidades en el campo económico y social, para que pongan sus esfuerzos en la promoción de los más desfavorecidos. Roguemos al Señor.

— Por las vocaciones a ministerio sacerdotal, a la vida religiosa o monástica, a la vida misionera y al laicado comprometido, para que, quienes son llamados, escuchen con generosidad la voz de Dios que les pide la entrega de sus vidas. Roguemos al Señor.

— Por los que están en desempleo, los enfermos, los que carecen de cultura y formación, los que viven solos, los que tienen alimentos o agua potable, los que no tienen un hogar digno, los que han tenido que migrar, para que encuentren en nosotros comprensión, consuelo y ayuda. Roguemos al Señor.

— Por nosotros, reunidos en esta celebración, para que, al recibir el alimento del Cuerpo del Señor, nos sintamos más urgidos a orar y ayudar a nuestros hermanos que se encuentran en necesidad. Roguemos al Señor.

Escucha, Dios de misericordia, la oración de quien tenemos puesta nuestra confianza sólo en ti y haznos cada día más generosos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Oración sobre las ofrendas

Señor, escucha, misericordioso,

las súplicas de los que te invocan,

y, al aceptar la oblación de tu Iglesia,

haz que todos los hombres

se llenen del espíritu de los hijos de Dios,

de manera que, superadas las desigualdades por el amor,

se forme en tu paz la familia de los pueblos.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio común VIII «Jesús, buen Samaritano» (Misal Romano, pág. 515).

 

Antífona de comunión Cf. Sal 103, 13-15

La tierra se sacia de tu acción fecunda, Señor: sacas pan de los campos y vino que alegra el corazón de los hombres.

O bien: Cf. Lc 11, 9

Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá, dice el Señor.

Oración después de la comunión

Alimentador con un solo pan

con el que renuevas siempre a la familia humana,

te pedimos, Señor,

al participar del sacramento de la unidad,

que obtengamos un amor fuerte y generoso,

para ayudar a los pueblos en vías de desarrollo

y realizar, en la caridad, la obra de la justicia.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Guion para la homilía

Lema de la Jornada

Celebramos por segundo año la Jornada Mundial de los Pobres que, por deseo expreso del Papa Francisco, está llamada a ser una de las grandes Jornadas de reflexión, oración y acción que la Iglesia Católica ha de celebrar cada año en su continuo afán por construir el Reino de Dios entre los hombres y manifestar su amor preferencial por los pobres.

Este año el Papa nos propone como lema de la Jornada la preciosa frase del salmo 34, 7, «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó». Una frase que nos recuerda, en palabras del propio Francisco, que Dios siempre escucha y responde y que la respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a reemprender la vida con dignidad.

Actitud ante los pobres y las pobrezas

En las palabras del salmo, y en las del Papa, encontramos un modelo preciso de cuál debe ser la actitud de la Iglesia ante los pobres y las pobrezas que diariamente van surgiendo ante nuestros ojos en un mundo que elogia, sigue e imita a quienes tienen poder y riqueza, mientras margina a los pobres, considerándolos un desecho y una vergüenza.

Si Dios, nuestro Maestro y Señor, oye siempre a los que elevan hacia Él su grito desde su pobreza, desde su sufrimiento, desde su corazón destrozado y desde su dignidad atropellada, ¿cómo obrar nosotros de manera diferente? ¿Cómo no abrir también nuestros oídos ante ese clamor de los pobres? ¿Y cómo no responder igual que lo hace el Señor? El pobre de la Biblia —y los de nuestro mundo también debieran tener esa posibilidad en nosotros—, vive con la certeza de que Dios interviene a su favor para restituirle la dignidad.

Centralidad de la acción de Dios y de los pobres

Porque la pobreza no es algo inherente a la propia condición humana, como algunas corrientes de pensamiento muy presentes en nuestra cultura sostienen, sino que es causada por el egoísmo, el orgullo, la avaricia y la injusticia, pecados tan antiguos como el hombre mismo, pero no por ello inevitables ni justificables. Esta dinámica del pecado y de sus consecuencias terribles se rompe no solo por nuestra acción, sino gracias a la potencia de la intervención de Dios, de la que ciertamente nosotros podemos y debemos ser colaboradores.

El Papa nos recuerda con toda claridad —y esta es una idea-fuerza en el mensaje para esta Jornada—, que los pobres son los primeros capacitados para reconocer la presencia de Dios y dar testimonio de su proximidad en sus vidas. Dios permanece fiel a su promesa, e incluso en la oscuridad de la noche no deja que falte el calor de su amor y de su consolación. Sin embargo, para superar la opresiva condición de pobreza es necesario que ellos perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo la puerta de su corazón y de su vida, los hacen sentir familiares y amigos. Solo de esta manera, dice el Papa, y es clave para vivir nuestra relación con los pobres, podremos «reconocer la fuerza salvífica de sus vidas» y «ponerlos en el centro del camino de la Iglesia».

 

Concreción de nuestra actuación

No es fácil, ciertamente, encontrar el modo de acercarnos a los pobres, pero cuando lo logramos, sabemos que la primacía le corresponde a Él [el Señor] que han abierto nuestros ojos y nuestros corazones a la conversión. Al ponernos al servicio de los pobres, nos convertimos en instrumentos en las manos de Dios para que se reconozca su presencia y su salvación. En este encuentro, no somos nosotros los protagonistas, sino que lo son el Señor y los pobres, en un hermoso intercambio en el que Dios nos utiliza como canales para comunicar su amor a los pobres y estos se convierten en nuestros evangelizadores al iluminarnos con su vida y llamarnos a la conversión.

Así, aunque no sea fácil encontrar ese modo de acercarnos a los pobres, hemos de esforzarnos por hacer realidad las palabras del salmo: «Los pobres comerán hasta saciarse» (Sal 22, 27). Estamos llamados a promover un encuentro que sea enriquecedor para todos, un encuentro en el que sentados a la misma mesa, podamos hablar y escuchar, servir y dejarnos servir, enseñar y aprender.

¿Por qué no podemos, como ya hacen muchos grupos de Cáritas y de otras instituciones de la Iglesia, sentarnos alrededor de un café o un té y en la misma mesa compartir inquietudes e ilusiones, tristezas y alegrías? ¿Por qué no organizar un día de excursión juntos, para poder descubrir, también juntos las maravillas de la creación de Dios y de las obras de los hombres, y así dar gracias juntos a Dios por ellas? ¿Por qué no participar los unos en las fiestas de los otros, o rezar juntos cuando alguien de esa familia que debemos formar con los pobres es llamado por Dios a su presencia? ¿Por qué no…tantas y tantas cosas posibles como la creatividad del amor puede sugerirnos?

La Jornada Mundial de los Pobres no es una jornada para hacer una colecta más en favor de los pobres. No es tampoco una jornada para hacer algo «por» los pobres, sino «con» los pobres. Una jornada que debe ser vivida por toda la Iglesia —diócesis, parroquias, comunidades, movimientos, asociaciones, instituciones— como un momento privilegiado de nueva evangelización. Un momento en que nos abrimos a los pobres y nos dejamos evangelizar por ellos. Un momento en el que tendiéndonos recíprocamente las manos unos a otros, se realice el encuentro salvífico que sostiene la fe, vuelve operativa la caridad y permite que la esperanza prosiga segura en su camino hacia el Señor que llega.

Que el Señor nos abra los oídos para escuchar a los pobres, nos ayude a sentarnos con ellos en la misma Mesa y a compartir el mismo Pan y la misma Vida.

 

Pautas para la animación de las comunidades

El mensaje del Papa Francisco que lleva como título la frase del Salmo 34 «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó» (Sal 34, 7) tiene tres palabras claves que nos ayudan a situarnos de cara a preparar y animar la jornada.

 

 

  • «Gritar»: El grito o clamor del que sufre necesita de nuestro silencio para acogerle y escucharle.
  • «Responder»: Dios responde e interviene en la historia de la humanidad curando heridas, restituyendo la justicia e impulsando a vivir la vida con dignidad, y nos invita a nosotros, su Iglesia, Pueblo de Dios, a responder de la misma forma, con ternura y misericordia.
  • «Liberar»: Para salvar, acoger, proteger, acompañar e integrar a las personas que más sufren.

Los objetivos de la Jornada

  • Redescubrir el valor de estar junto a las personas más pobres y vulnerables de nuestras comunidades, a través de la oración comunitaria y la comida compartida del domingo, el banquete de la Eucaristía, como expresión de la mesa compartida en familia.
  • Seguir el ejemplo de la primera comunidad cristiana que perseveraba en las enseñanzas de Jesús, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones, aprendiendo a vivir unidos y compartiendo los bienes que repartían entre ellos para que ninguno pasara necesidad (Hch 2, 42. 44-45).

 

Propuesta para la celebración

  1. Compartir el banquete del Reino

Celebrar es sinónimo de fiesta y la Eucaristía es la gran fiesta de la fraternidad, signo principal de la mesa compartida donde todas las personas que forman parte de la comunidad están invitadas a participar.

Para celebrar esta jornada, invitamos a que las personas que integran los distintos proyectos parroquiales, arciprestales y diocesanos, pastorales y sociales, participen de forma activa y conjunta en la preparación y desarrollo de la liturgia de la Eucaristía (lecturas, ofertorio, acción de gracias…), dando un espacio explícito de participación a las personas de los proyectos y/o colectivos más vulnerables de la comunidad.

En el caso de que la celebración no se desarrolle en la parroquia/templo y tenga lugar en una casa de acogida, centro social, casa/piso de comunidad religiosa, etc., la propuesta es organizar una celebración, eucaristía, liturgia de la palabra, acción de gracias en la que las personas acompañadas y acompañantes que participan en los proyectos que se llevan a cabo tengan, todos juntos, oportunidad de compartir y celebrar.

  1. Presentación de proyectos que sanan y liberan

Se pueden presentar los distintos proyectos que se impulsan desde la comunidad parroquial, y también preparar una presentación o exposición sencilla para presentarlos en el Ofertorio o en un momento significativo de la celebración para que puedan darse a conocer, valorar y ser acompañados por el conjunto de la comunidad parroquial en su caso.

  1. Enviados al mundo

Se puede realizar por parte del sacerdote un signo de envío de toda la comunidad cristiana para compartir la misión de Jesús, responder a las injusticias y liberar a nuestros hermanos que más sufren.

Se repartirá en un «papelito» (tarjeta, recordatorio, pegatina) para que todos se puedan llevar una frase- pensamiento- oración breve para orar y meditar, invitando a la reflexión y a la adhesión al compromiso como una forma de vivir en el mundo, en el día a día que a cada uno le toca vivir.

Cada comunidad lo prepara libremente y de forma creativa en relación con el mensaje del Papa.

Ejemplos:

«El Señor hoy te invita a SANAR heridas»

«El Señor hoy te invita a ESCUCHAR a quienes más lo necesitan»

«El Señor hoy te invita a ACOMPAÑAR a quien camina a tu lado»

De esta forma, no sólo la comunidad envía a todas las personas que forman parte de los proyectos, sino que todos y todas somos enviados a vivir de forma comprometida con las personas más pobres.

  1. ¡De fiesta, todos juntos!: Aperitivo compartido

Al terminar la celebración, invitamos a concluir con un “aperitivo compartido” muy sencillo (unas patatas fritas y un refresco) en los locales de la parroquia, en el centro o en la casa, que permita el encuentro de todas las personas de la comunidad, conocerse y charlar fraternalmente. Es un buen momento para acercarse, acoger, escuchar, y tejer amistad y fraternidad.