Confesiones

Miradas a la Virgencita (y 4): “Mostrando la belleza de la vocación”

A modo de oración antes de terminar el mes de la Madre de Guadalupe.  

Arquidiócesis de Sucre 27.09.18//No podía faltar, Virgencita, la oración de tus sacerdotes. De quienes intentamos vivir en la estela de tu Hijo, Jesús. Identificándonos con Él y con su causa. Actualizando de mil maneras y con mil tropiezos su sueño: la instauración del Reino. Ese Reino tan querido por nuestro Padre Dios.

Un día, al pie de aquella redentora cruz, tu Hijo te puso en nuestras manos. Mejor dicho, en nuestro corazón. Lo hizo sin reparo, con la seguridad y confianza de quien entrega un preciado tesoro. Allí, en la persona del apóstol Juan, estábamos nosotros.

Sí, nosotros… pobres y frágiles hombres que tuvieron la dicha de encontrarse, en alguna esquina de su vivir, con el Divino Maestro, y desde entonces parecemos locos hombrecillos empeñados en escuchar, consolar, animar y pacificar el corazón de muchos.

En los días pasados de tu Fiesta, fuimos testigos de muchas miradas. Niños, adolescentes, jóvenes, adultos y abuelitos se acercaban con respeto a tu imagen. Con respeto y con su carga de penas y alegrías, de inquietudes y agradecimientos. Cada mirada era una oración, un desahogo, una sonrisa, una lágrima… Y Tú, solícita, devolvías el calor de tu infantil mirada. Es que necesitabas cumplir el encargo ese de Jesús: Mujer, ahí tienes a tus hijos. Pues nos has tenido siempre contigo, Madre. Hasta en los momentos en que, torpes, hemos rechazado tu cariño discreto.

Lo mejor que pudimos hacer, nosotros sacerdotes, durante las jornadas de la novena fue estar disponibles para celebrar con los fieles el Sacramento de la Reconciliación. El arte de escuchar es el nuestro… Sólo escuchando podemos aconsejar, corregir, confortar y fortalecer muchas vidas. Todos, todos, necesitamos que alguien “sienta” lo nuestro. Que se haga cargo de pequeñeces y de quebrantos, de victorias y de amargos sinsabores.

Y fuimos conscientes de lo mucho que sufren nuestras gentes. Las rejillas de los confesionarios se convirtieron en confidentes no sólo de faltas y pecados… había que rehacer y reconstruir, sostener e iluminar. Noble tarea en la que hemos sentido, una vez más Virgencita, la belleza de nuestra vocación.

A pesar de las tristes noticias de escándalos y deserciones y en medio de los recios tiempos que nos toca vivir, queremos gritar a todos que el llamado del Maestro sigue presente y su Palabra poderosa y dulce acalla otras muchas, amargas, mentirosas y decepcionantes.

Necesitamos sacerdotes con el corazón manso de Cristo. Necesitamos religiosas y religiosos, seglares consagradas y consagrados, con la marca del servicio incansable a los pobres y excluidos. Necesitamos laicas y laicos convencidos de su insustituible y fecunda misión en las periferias olvidadas, de las que nos habla el Papa Francisco.

Dios quiera que alguna de las miradas dirigidas a Ti, Madre de Guadalupe, llevase el deseo, el coraje, de la respuesta generosa a la invitación de tu Hijo…

…Miradas cautivadas y seducidas por la belleza de la vocación.

Queremos gritar a todos que el llamado del Maestro sigue presente

y su Palabra poderosa y dulce acalla otras muchas…

 

[P. Pedro Rentería Guardo]

[Imagen: flickr.com]