Mons. Jesús Pérez: El “estiércol” del diablo
No debemos despreciar el dinero, así como otras muchas cosas materiales que necesitamos para atender a nuestra vida. Pero sí relativizarlo. Los bienes de este mundo no son los últimos: en todo caso, son los penúltimos…
El evangelio de hoy y el inicio de la novena en honor de san Francisco, que iniciaremos el día 25, me invita a escribir este pequeño artículo con el pasaje sobre el dinero y el Poverello de Asís. Con este actuar, Francisco, compartía el punto de vista de Jesús. Por eso se sintió muy feliz cuando pudo vivir sin dinero, y mirar con profunda compasión a quien no tenía más remedio que manejarlo y preocuparse por él. A esas personas las consolaba diciéndoles que, a pesar de sus riquezas, podrían ser felices y llegar al cielo, siempre y cuando fueran pobres y libres en lo íntimo de su corazón.
Esta actitud de Francisco ante el dinero, le acarreó muchos disgustos en la Orden. Esta forma de ver así el dinero, es el requisito fundamental para una reforma social cristiana. En la Asamblea Latinoamericana celebrada en Puebla, los obispos dijeron: “El cambio necesario de las estructuras sociales, políticas y económicas injustas no será verdadero y pleno si no va acompañado por el cambio de mentalidad personal y colectiva, con respecto al ideal de vida humana digna y feliz que, a su vez, dispone a la conversión” (Documento de Puebla 1155). La actitud que se tome ante el dinero, influye mucho en el “ideal de una vida humana digna y feliz”.
El evangelio de este domingo, Lucas 16,1-13, nos ofrece varias razones que Jesús de Nazaret, Dios y hombre, nos da para contrarrestar nuestras tendencias a sobrellevar el dinero: El dinero es poca cosa. Todos nos sentimos atraídos a usar el dinero como algo importante. Son muchísimo más los que valoran la economía que los bienes espirituales. Son más los que sacrifican ideales espirituales en aras de conquistas económicas, que los que sacrifican posibilidades económicas en pos de las metas espirituales. Jesús, en cambio, para referirse al dinero habla de “lo poco”, lo que es poca cosa. Lo opone a “lo mucho”, a “los verdaderos bienes”, que son otros, los bienes del espíritu. Bienes como el amor y toda su comitiva: la armonía, la paz, la tranquilidad de conciencia. Jesús habla de “dinero de maldad”. La antigua traducción latina decía: “dinero de iniquidad”. No sólo se refería al dinero mal habido. Todo dinero es “de maldad“. Dios no hizo el dinero. Las cosas del paraíso estaban creadas por Dios para compartirlas como hermanos.
El dinero no puede ser realmente poseído. El término original usado por Jesús para designar el dinero, vendría a significar como “lo falso y engañoso”. No hay duda, el dinero nos engaña, prometiendo la felicidad, que no llega a dar a sus servidores; una entrega tal que hace imposibles las prácticas religiosas. Son muchos los que se alejan de la práctica religiosa por la preocupación del progreso económico. No debemos despreciar el dinero, así como otras muchas cosas materiales que necesitamos para atender a nuestra vida. Pero sí relativizarlo. Los bienes de este mundo no son los últimos: en todo caso, son los penúltimos. El verdadero creyente sabe que Dios le depara la vida eterna, llena de felicidad.
Sucre, 22 de septiembre de 2019
Fray Jesús Pérez Rodríguez, OFM.
Arzobispo emérito
[Imagen: computerhoy.com]