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Mons. Jesús Pérez: “El tema central no es el Matrimonio, sino la Vida Eterna”

Es natural que el pensamiento de la muerte no sea nada agradable a nuestra condición humana, ansiosa de vivir y vivir...

Estamos en los finales del Año Litúrgico, después de haber llegado a Jerusalén, guiados por la palabra del evangelista Lucas, a quien hemos seguido a lo largo de este ciclo C. Las cosas suceden en el templo glorioso de Jerusalén, testimonio de fe del santo pueblo de Dios. Con san Lucas hemos venido aprendiendo en su escuela o en su evangelio. La eucaristía es una verdadera escuela de la Palabra y también de oración. La temática de estos domingos está mirando a los finales de los tiempos, lo que en teología llamamos la Escatología. El mes de noviembre está impregnado por este mensaje de las fiestas de Todos los Santos y la Conmemoración de los Difuntos.

El evangelio de Lucas 20, 27-38, de este domingo 32, del tiempo ordinario, nos presenta a Jesús discutiendo con los saduceos. Nos da como tema central, la VIDA ETERNA, no así el matrimonio o los ángeles. Los saduceos niegan la vida eterna, lisa y llanamente. Su argumento pretende demostrar las absurdas consecuencias que trae la afirmación de una sobrevida para la persona. ¿Qué pasaría con una persona que se casara repetidas veces tras sucesivas viudeces? San Pablo en su carta a los corintios responde a parecida inquietud destacando  las diferencias de los cuerpos que observamos ya ahora, tanto en los seres terrestres como entre los celestiales (1a, Corintios 15, 41-44).

El Concilio Vaticano II nos ilumina muchísimo en la reflexión sobre la muerte y la vida eterna. Nos dice: “El máximo enigma de la vida humana es la muerte”. Más adelante continúa diciendo que: “Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no pueden calmar esta ansiedad del hombre: la prórroga de la longevidad que hoy proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo del más allá que surge ineludiblemente del corazón humano”.

El mensaje pascual, centro de la vida cristiana, es: La muerte ha sido vencida y nosotros resucitaremos como el mismo Jesús. Estamos hechos para la vida. Jesús nos dice claramente: “Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mi tiene vida eterna y Yo lo resucitaré en el último día”. El Concilio continúa diciéndonos: “Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la misma vida terrestre”.

Es natural que el pensamiento de la muerte no sea nada agradable a nuestra condición humana, ansiosa de vivir y vivir. Hay demasiada incógnita y demasiadas certezas de desgarrones dolorosos. No obstante, es muy importante que nuestra visión cristiana de la vida sea también una visión cristiana de la muerte. San Francisco de Asís, próximo a partir de este mundo a la eternidad, cantó a la Hermana Muerte.  ¿Esperamos el cielo, lo deseamos como la meta de todos los esfuerzos de nuestra vida?

Sucre, 10 de noviembre de 2019

Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.

Arzobispo emérito de Sucre

[Imagen: frasesdelavida.com]