Madre de Teresa, madre de misericordia

Mons. Jesús Pérez: “¿Qué tengo que hacer para salvarme?”

¿Qué tengo que hacer para salvarme?. Esta pregunta hecha a Jesús por un maestro de la ley, en el evangelio de este domingo, que muy bien pudiéramos llamar, domingo del Buen samaritano, tiene una respuesta sumamente aprovechable, para todo cristiano y para toda persona preocupada por el más allá. El evangelio corresponde al evangelista Lucas 10, 10- 25-37. Jesús en el diálogo con el letrado que le pregunta sobre el camino de la salvación –la pregunta principal, que podemos hacer: ¿cómo salvarnos?–, lo primero que hace es alabar la ley antigua: “¿qué está escrito en la ley?”… bien dicho: “haz esto y  tendrás vida”. El pasaje de la ley que cita el letrado es bien central: “amarás al Señor tú Dios… y al prójimo como a ti mismo”. Hay que recordar lo que Jesús dijo: “No he venido a destruir la ley”.  En verdad, Cristo ha llevado a la ley a su perfección. Para Jesús la base de la ley, es el amor.

Jesús para responder a la pregunta del letrado de la ley quién era su prójimo, le cuenta la historia del buen samaritano. Pero si se mira bien, no le da una respuesta. Más bien le cambia la pregunta. Pues el letrado había querido averiguar dónde estaba la línea divisoria  entre el prójimo y el no-prójimo, para saber hasta dónde llegaba su obligación de amor y de servicio. Aunque la palabra de Dios era amplia y sin restricciones, era común interpretar que el prójimo o allegado era el que compartía la propia condición de miembro del pueblo de Israel. Jesús, por su parte, lo invita a preguntarse qué significa comportarse como prójimo, como hacer para ser prójimo del otro. ¿Cómo puedo yo ser un buen prójimo?  Esta es la cuestión fundamental, en torno a la cual se centra la vida cristiana o espiritual.

Prójimo es  el que está próximo, cercano. No se trata de averiguar quién tiene derecho a estar cerca de mí, a estar próximo y ser mi prójimo, sino de ver a quién puedo yo “aproximarme” más, hacerme más prójimo. Por eso cuando pregunto quién es mi prójimo, equivale a preguntarse humildemente y en sinceridad quién necesita de mi ayuda, a quien puedo darle una mano para librarle de su mal, para darle alegría en esas circunstancias tan malas por las que está pasando, para ayudarle a resolver sus problemas.  “Los amigos los escoge cada cual,  los hermanos los da el Señor”.

La lección de este pasaje del evangelio es muy clara. Todos la entienden y nos cuestiona a todos. No hay duda que a Jesús se le nota claramente la tendencia a denunciar la poca coherencia en la vida de los así llamados “buenos”. La enseñanza de Jesús termina con un mandato, “anda y haz tú lo mismo”. La palabra que escuchamos no puede quedar en pura teoría. La primera lectura, Deuteronomio, 30, 10- 14, es como una “segunda ley”, y,  es como el testamento de Moisés que nos dice: “El mandamiento  está muy cerca de ti… cúmplelo” y la parábola de Jesús, igual: “anda y haz tú lo mismo”.  Piensa este domingo del “buen samaritano”, en aquellas personas que dejas fuera de tu amor. Para vivir en Cristo sólo se nos manda una cosa: amar con amor; sólo una cosa se nos prohíbe: no amar, o amar sin amor.

Sucre, 14 de julio de 2019

Fray Jesús Pérez Rodríguez, OFM,

Arzobispo emérito de Sucre  

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