Fariseo y publicano

Mons. Jesús Pérez: “Un doble error, tenerse por justo y despreciar a los demás”

Ahora, ¡cuántos cristianos juzgamos a otros!

Una vez más, vuelve Jesús a tocar el tema de la oración: nos enseña la actitud humilde que hemos de tener ante Dios, siempre que nos acercamos a Él para conversar o dialogar, o sea, para hacer oración. El evangelio de este domingo, 30 del tiempo ordinario, nos da la parábola del fariseo y el publicano: ambos orando en el templo. Es clara y a todos nos conviene reflexionarla y examinarnos a su luz. No afecta sólo al modo de rezar, sino a la manera cómo vivimos la fe que decimos tener en Dios.

Uno de los defectos que tenían los fariseos era el de prejuzgar a la gente. Tal fue el error del hombre de la parábola de hoy, en el evangelio de Lucas 18,9-14: vio que  otro hombre era un publicano y con eso le bastó para juzgarlo ladrón. Debemos cuidarnos de no cometer nosotros un error parecido, al hablar de los fariseos. Es muy corriente ser injustos con ellos. Se suele pensar que eran unos personajes siniestros, hipócritas, simuladores profesionales, que profesaban en público una piedad que contradecían a más no poder en la intimidad. Nada más equivocado.

Los fariseos era gente buena. San Pablo recuerda con orgullo su anterior militancia entre los fariseos. Lean la carta de Pablo a los filipenses, 3, 4-5. La mayoría de los fariseos cumplían escrupulosamente con la ley de Dios y con toda la intricada red de obligaciones que ellos mismos se habían tejido. Pablo se convirtió a Jesucristo, creyendo que era el único salvador. Al convertirse sigue guardando la ley de Dios, como Jesús enseña. Este grupo religioso judío era observante de la ley, pero juzgaban a los demás sin piedad, a los no observantes de la ley de Dios. Pero no todos hacían lo mismo.  Ahora, ¡cuántos cristianos juzgamos a otros!

Hay un error grande cuando se piensa que se trata de dos hombres, uno que finge ser justo y el otro que reconoce con humildad ser pecador. No hay nada en el contexto del evangelio, que nos permita pensar que el fariseo en cuestión mentía al decir que ayunaba dos veces por semana y pagaba la décima parte de sus entradas.  Sin duda que habrá sido un buen hombre. Un fariseo piadoso. Mucho más aún, el hombre va al templo a dar gracias a Dios. Reconoce que su comportamiento es un don de Dios. Quizás no saque las consecuencias que debiera de ese reconocimiento, pero al menos no se le puede acusar de ingrato para con el Señor.

Jesús ha venido a salvarnos y nos dice el evangelista Lucas que dijo esta parábola, o ejemplo, por “algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás”. En esto está la cuestión y la lección para todos nosotros que decimos ser discípulos de Cristo: hay un doble error, tenerse por justos o santos y despreciar a lo demás. Sería como creerse autores de su virtud o santidad. Por eso juzgaban a los otros. Era una especie de narcisismo espiritual y cuanto mejor se portaban, más se ensoberbecían. San Felipe Neri, capellán en una cárcel, decía: “Si no fuera por la gracia de Dios, ése sería yo”. La lección de Jesús está delante de todos.

Sucre, 27 de octubre de 2019

Fray Jesús Pérez Rodríguez, OFM.

Arzobispo emérito de Sucre

[Imagen: witword.org]