“¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo?”
Arzobispado de Sucre/CEAS/01-05-2020//Amado pueblo de Dios, estamos a casi una década de celebrar los 500 años de la Aparición de nuestra Madre, la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego. Como Comunidades Educativas del Arzobispado de Sucre (CEAS) sentimos necesario acompañar la vida de la Iglesia doméstica recordando las palabras que, el 12 de diciembre, la Virgen dirige a Juan Diego y que hoy, como ayer, nos convocan a escucharla, imitar su obediencia y confiar en su intercesión para la salud de cuántos más queremos.
Queremos recordar también el lema Pastoral para el quinquenio 2020-2025 que acompaña nuestra vida como Iglesia local: “Con la Virgen María en la casa y la misión”. Sentimos que es el Espíritu quien ha dado lugar a esta formulación para que caigamos en cuenta que la primera evangelización nace en el lugar de donde venimos, la casa, núcleo vital que nos permite crecer y desarrollarnos en un clima de donación de sí para la vida de todos, de servicio, de esfuerzo, de discernimiento, de alegrías y otras experiencias que nos fortalecen como persona y comunidad. Lugar también en el que nos toca pasar momentos de dificultad, fragilidad y dolor.
Sí, amada comunidad de la Iglesia de Sucre, en la casa, desde ella, debemos aprender a confiar que pronto la salud volverá a nuestro pueblo para la alegría de todos, aún más de nuestros niños y adultos mayores. La confianza trabajada en la prueba es quizá el signo misionero que nuestro pueblo necesita para redescubrir la presencia de Dios que nos acompaña en nuestro dolor y que nos moviliza.
Que con la oración y la acción solidaria, que escucha y obedece, podamos dar testimonio misionero de que siempre es posible ayudar al otro, desde pequeños signos que traducen en obras nuestra esperanza.
No puede la madre dar comida a todos, si los hijos no se educan en la sobriedad que abre la solidaridad. No puede la madre cuidar al prójimo que nos necesita y que afuera pasa necesidad, si los hijos no contribuyen con las tareas del hogar y las debidas obras de cuidado personal y social que frenan el avance de esta pandemia.
Amadas familias que han confiado a nuestras comunidades educativas de Iglesia la formación de sus hijos, vivamos este mes de María con especial gratitud. Estemos en casa. No podemos hacer grandes obras afuera, pero sí obras mayores dentro del hogar. HAGAMOS ORACIÓN, pidamos a Dios fortaleza para quienes, como Juan Diego, quieren dejar a un lado el pedido de nuestra madre porque el dolor de un pariente enfermo nos reclama una acción diferente.
Es cierto que el dolor también nos moviliza; mas hemos de saber que nuestra Buena Madre no dejará sin auxilio a quien en sus prisas la escucha y se atreve a seguir su ejemplar vida de escucha y confianza.
Que el no poder acompañar actos públicos de nuestra FE mariana, no nos aflija. Es ella nuestra Madre y comprende que hoy más que nunca la mayor ofrenda que podemos tributarle es no preocuparla, exponiéndonos sin reparos a posibles enfermedades. Cuidémonos y cuidemos de aquellos que por Gracia de Dios están más cerca de nosotros. Hagamos oración por la familia, por quienes están en las calles y en los hospitales; pidamos salud pero también grandeza de corazón para que todos aprendamos a servir y dar la vida. Así lo aprendemos de nuestras madres, así lo aprendemos de Ti, nuestra Buena y Santa Madre María de Guadalupe.
Querida familia, que de la mano de María comprendamos entre algunas invitaciones del Evangelio, de este primer día del mes de Mayo, que “solo el Espíritu da Vida” (Jn.6,63); que “solo en Jesús encontramos palabras de vida Eterna” (Jn.6,68).
Que Dios nos conceda la Gracia para ser dignos hijos de nuestra Buena Madre la Virgen María de Guadalupe.
A continuación, algunas emotivas imágenes de una de las tantas expresiones de devoción a la Virgen María en nuestras comunidades educativas: