“Para que dé mas Fruto” (Jn15,2)
Arquidiócesis de Sucre / 13 de Mayo de 2020/CEAS// Amada Iglesia de Sucre, más de un centenario ha pasado ya desde que nuestra Buena Madre ha tenido a bien tornar la mirada a su pueblo y llamarlo a la continua oración a través del rezo del Santo Rosario para alcanzar la paz en el mundo, el fin de la guerra y así dar más humanos frutos en medio de una sociedad quebrada por el egoísmo y su corporativa ambición.
Como Comunidades Educativas del Arzobispado de Sucre (CEAS) queremos compartir con ustedes algunas de las riquezas que descubrimos en esta experiencia mariana.
Primero, la Virgen se aparece a los niños de una familia (Francisco y Jacinta son hermanos, Lucía su prima), que se encontraban laborando. Es hermoso ver que Dios y nuestra Madre valoran la disposición de servicio, en familia, a las necesidades del hogar común desde pequeños. Dios quiera que estos tiempos de cuarentena hayan despertado en los más pequeños las mismas actitudes de estos jóvenes pastores: disponibilidad para servir juntos, como familia.
Segundo: “No tengan miedo” son las primeras palabras de la Virgen a los pastores; narra la historia que esos años los precedentes y los que vendrán han sido tiempos de guerra, de privaciones, de muerte y desde luego mucho dolor. Nuestra Madre quiere ante todo que seamos capaces de confiar; solo con esta actitud es posible escuchar aquello que su corazón desea: Que hagamos oración diaria, en comunidad, en familia unida para cambiar esta dura realidad.
Tercero: “Recen el Santo Rosario todos los Días para alcanzar la paz en el mundo y el fin de la guerra”. El cristiano está convencido de que la oración es capaz de sostener la vida aún remando contra corriente. Cierto es que muchos peligros nos rodean, pero la primera actitud para hacerles cara es: hacer oración, respetar su dignidad, defender la vida, cuidar su salud.
Cuarto: Ciento tres años después constatamos que el mundo, las sociedades, nuestras familias no han aprendido a valorar y defender el valor de la paz. Los pueblos parecen haber claudicado esfuerzos al conseguir una paz negativa (ausencia de guerras quizá motivadas por miedos subterráneos de ser derrotados y que culminan en frágiles pactos). Han olvidado dar pasos sostenidos en la construcción de una paz positiva (que libre del miedo construye relaciones armónicas de crecimiento y complementariedad).
Quinto: Sentimos que descubrir la fuerza de la oración en comunidad es capaz de ayudarnos a salir de estos temores aún sabiendo que la muerte y el dolor no nos serán ajenos (Francisco y Jacinta mueren aún siendo niños). La oración nos empuja y ayuda a sostener esfuerzos por alcanzar una sociedad fiel a la verdad de la dignidad de la persona, a la práctica la justicia y el compromiso por cultivar una cultura de paz.
Sexto: Cierto es que años más tarde el mundo entero se consagrará al corazón de María, pero también es cierto que en pleno Siglo XXI aún nos toca constatar que quienes tienen poder no saben llorar, así sean estos “devotos fieles” de la fe cristiana. Lo decimos porque como en toda guerra, ésta del Covid 19, ha arrinconado innumerables familias a sobrevivir en el hambre y la indiferencia de quienes se resisten a tornar una honesta mirada a los más frágiles de este mundo, los pobres, que conmovidos puedan, en actitud humilde, extender la mano para sostenerlos y juntos salir de estos tiempos de crisis.
Séptimo: La Petición de nuestra Madre fue que los pastores volvieran cada día 13 a encontrarse con ella. Nuestra piedad Mariana no puede ser un compromiso por vivir como María Madre, solo una vez al año; es preciso que el alma se alimente de manera frecuente con diversos actos de piedad cristiana, los 365 días del año, que sea capaz de marcar hitos que impidan el olvido de este compromiso para ser junto a su Madre gentes de paz, verdad y justicia.
Que en esta fiesta Mariana de Nuestra Señora de Fátima sea intensa nuestra oración por la paz de nuestros familias, de nuestras comunidades, de nuestros pueblos, de nuestro país y del mundo entero.