Parábola “escandalosa”

Evangelio – Reflexión
Domingo de la XXV semana durante el año
Mons. Jesús Pérez Rodríguez OFM

Evangelio

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     19, 30–20, 16

    Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
    Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo”. Y ellos fueron.
    Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: “¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?” Ellos les respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Entonces les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña”.
    Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: “Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros”.
    Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada”.
    El propietario respondió a uno de ellos: “Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?”
    Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».

Palabra del Señor.

Reflexión

La parábola que escuchamos en este domingo 25 del tiempo ordinario, nos muestra a Jesús instruyendo a sus discípulos, a fin de que comprendan la realidad del Reino de Dios. Por ello, hay que leerla y meditarla desde la perspectiva de que se trata de una parábola del Reino de Dios. Si la vemos desde la perspectiva social nos resulta una parábola, en cierto modo, “escandalosa”, porque parece, a primera vista, favorecer una injusticia social, o al menos un cierto “despotismo” en el amo de la viña a la hora de pagar a los jornaleros. En el mundo actual, nadie acepta que uno que trabaja la mitad del tiempo que otro, cobre igual. Los fariseos y maestros de la ley del pueblo de Israel, tampoco. Ni entonces, ni hoy, no entra demasiado el perdón, o la generosidad, o la gratuidad. Pero en la mentalidad del Dios amor, sí.

En el evangelio de Mateo 20, 1-16, que nos regala la liturgia de este día del Señor, no es la intención de Jesús darnos lecciones de justicia social en las relaciones laborales, sino presentarnos, una vez más, cómo es Dios, en su misericordia universal. Todavía no hemos llegado a comprender que en Dios todo es amor y, por ello, estamos lejos de comprender la gratuidad. SÍ, la gratuidad de ser llamados a ser parte del Reino de Dios, de la Iglesia de Cristo, de trabajar por su Reino. Reconozcamos, de una vez, que estamos lejos de entender los planes de Dios, y los planes de Dios están repletos de amor, ternura, gracia, liberalidad, magnanimidad, gratuidad. Leer bien y meditar -nos harán mucho bien en este domingo- al profeta Isaías 55, 6-9, en la primera lectura, nos prepara para entender que nuestros caminos no son los de Dios, ni sus planes son nuestros planes.

La parábola de este domingo es muy desconcertante y paradójica, si no nos ponemos en la visión clara de la fe, que nos presenta a un Dios que es, ante todo, “amor”. Ya decía san Juan Pablo II que por encima de la justicia está el amor.  Pareciera que favoreciera la injusticia o al menos la voluntad omnímoda por parte del dueño de la viña sobre el salario de sus trabajadores. Sin duda alguna, que se cumple lo que dice el profeta Isaías: “…mis caminos no son los caminos de ustedes”.

El dueño de la viña quería que nadie llegase a la noche sin tener una fuente de plata que asegurara el sustento diario de la familia. Al finalizar la jornada de trabajo, el patrón ordenó que se pagase el salario de todos los peones. Al ver los trabajadores de primera hora que pagaba el salario estipulado, pensaron que ellos recibirían mucho más de lo que fue acordado. Pero no fue así. Por encima de lo que se había prometido a los jornaleros de primera hora, estaba la bondad de Dios, la necesidad diaria de todos los trabajadores. La afirmación de Jesús, “yo soy bueno”, es la que da sentido a toda la parábola. No es una lección de justicia salarial -el dueño de la viña paga a todos lo justo-, sino de la generosidad que tiene Dios, que admite jornaleros a los que se presentan sólo a última hora, sin dar importancia a este retraso. No lo dudemos, Dios es sumamente generoso. Dios es muy justo, pero principalmente bueno, buenísimo y benevolente.

Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
Arzobispo emérito de Sucre