“Por el bautismo somos sacerdotes, profetas y reyes, llamados a la Santidad y a discípulos misioneros” Mons. Adolfo Bittschi
15.06.2020//CENACOM// Monseñor Adolfo Bittschi, Obispo Responsable de Misiones de la CEB y Obispo Auxiliar de Sucre, en su homilía del undécimo domingo durante el año, manifiesta que los bautizados: somos sacerdotes, profetas y reyes. “Los Sacerdotes ofrecen las oraciones a Dios, los profetas anuncian el amor de Dios, y los reyes reúnen el pueblo de Dios”. Resalta, que somos hijos de Dios, redimidos por Cristo, templos del Espíritu Santo, llamados a la Santidad, a adorar a Dios y a ser discípulos misioneros, como decía el Papa Francisco el octubre pasado: “BAUTIZADOS Y ENVIADOS”.
También aprovecha el llamado del Señor por los “trabajadores en la viña del Señor” para presentarnos las 4 OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS que oran y trabajan por las vocaciones misioneras.
Homilía 14 de junio 2020
Evangelio según san Mateo 9, 36 -10, 8
LLAMÓ A SUS DOCE DISCÍPULOS Y LOS ENVIÓ
Queridos oyentes, hoy iniciamos el segundo gran discurso de Jesús en el evangelio de san Mateo, el discurso “APOSTÓLICO”. El primer gran discurso era el “EVANGÉLICO” iniciando con las BIENAVENTURANZAS que escuchábamos lunes pasado.
Los Apóstoles, según la traducción del griego, son Enviados, para anunciar en representación de Jesús, a los hombres sin esperanza que Dios quiere hacer de ellos su pueblo.
El Nuevo Testamento tiene su antecedente en el Antiguo Testamento: Moisés había sido el enviado de Dios para el pueblo escogido por Dios. Por medio de su enviado les hizo conocer que Él es el Dios Creador y Liberador. Por amor creo todo y por amor hizo Alianza, es decir un pacto matrimonial, con Israel. En la primera lectura de este domingo hemos proclamado del libro del Éxodo como Dios les recuerda por medio de Moisés: “si de veras escuchen mi voz y guardan mi alianza, ustedes serán mi propiedad personal entre todos los pueblos…un reino de sacerdotes, un pueblo consagrado a mí”. Con el fin de dar gloria de Dios y hacer conocer el amor de Dios a los pueblos del mundo. Lo dicho a Israel vale mucho más para nosotros, los bautizados: somos sacerdotes, profetas y reyes. Los Sacerdote ofrecen las oraciones a Dios, los profetas anuncian el amor de Dios, y los reyes reúnen el pueblo de Dios. Nosotros somos hijos de Dios, redimidos por Cristo, templos del Espíritu Santo. Somos llamados a la Santidad, llamados a adorar a Dios, llamados a ser discípulos misioneros, o como decía el Papa Francisco el octubre pasado: “bautizados y enviados” para hacer conocer a Jesús el único Salvador a los que no lo conocen o se han apartado de Él. Así reuniremos a los pueblos del mundo para Dios. Eludir esta responsabilidad sacerdotal-profética-real es un gran desaire al Padre Creador, al Hijo Redentor, al Espíritu Santificador. Es materia para confesar lo próxima vez.
“El alma se revela profundamente en el dolor y también en la alegría” decía el beato sacerdote Adolph Kolping. El Salmo responsorial nos invita a cantar con alegría: “Aclama al Señor, tierra entera, sirvan al Señor con alegría, entren en su presencia con vítores”. Los motivos para esta alegría se encuentran en las maravillas de Dios en la creación y en la historia de la salvación, en el origen del pueblo de Israel, su alianza, su pastoreo y su fidelidad. “Sepan que el Señor es Dios; Él nos hizo y somos suyos”. Y a pesar de la miseria humana: “El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad dura por todas las edades”. “Dios quiere que todos los hombres se salven” (1Timoteo 2,4) en Jesucristo. Nosotros lo sabemos, pero es un derecho que todos lo saben. Si lo aceptan y creen o no, está en manos del Señor. Nuestro deber es vivir como Jesús nos enseñó para que se pregunten ¿Por qué viven ellos así? Para reflexionar: ¿tenemos en nuestro corazón la caridad, la paz, la alegría y el buen humor y en la cara la serenidad y sonrisa, propios de los redimidos por Cristo a pesar de todo?
Pasamos ahora al Evangelio que resume lo dicho anterior: Este segundo discurso “Apostólico” de Jesús en Mateo es acerca de la Misión y el testimonio. Esto representa otro momento muy relevante. Los discípulos de Jesús, instruidos por el primer gran discurso, el “Evangélico” (capítulos 5 al 7) y testigos de la autoridad y misericordia con que el Maestro predica y actúa (capítulos 8 y 9), reciben ahora el encargo de continuar esta misión: anunciar el Reino de los cielos, enseñar y sanar, es decir realizar acciones portentosas como el Señor. A la vez se les advierte acerca de los peligros y amenazas que deberán afrontar, pero pueden contar con la presencia de Jesús. La suerte de los discípulos es como la de su Maestro: se ven enfrentados a peligros y amenazas por el Reino de los cielos.
Los primeros tres versículos funcionan como introducción. Se demuestra la compasión que Jesús tiene por la gente abandonada y abatida, sin rumbo y sin pastor. La compasión de Jesús no es solo emocional, es un interés profundo, es un valor cristiano que motiva el llamado a los “trabajadores” y a la oración para que estos no falten (vv. 37s). Queridos oyentes, les invito aquí a un momento de Oración por las vocaciones:
SEÑOR JESÚS, Tú que en este mes de junio nos muestras con Tú Sagrado Corazón el inmenso amor que nos tienes, Te pedimos que envíes a tu pueblo los servidores que tanto necesita. Escoge de nuestras parroquias, de nuestros hogares, de nuestras escuelas, colegios y universidades una abundante cosecha de ardientes apóstoles para tu Reino; sacerdotes, religiosos, religiosas, diáconos, misioneros y apóstoles seglares; y haz que los llamados por Ti nunca pierdan la conciencia de la grandeza y necesidad de su vocación.
¡Oh! Virgen María, Madre de la Iglesia, enseña a decir a todos los llamados por el Señor, un sí con alegría y generosidad, como el que tú dijiste en la Anunciación.
Aprovecho el llamado del Señor por los “trabajadores en la viña del Señor” para presentarles las 4 OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS que oran y trabajan por las vocaciones misioneras.
Nacen en el siglo XIX como respuesta al anhelo misionero de laicos, religiosos y sacerdotes, con el deseo de colaborar con la obra misionera en todo el mundo. Su finalidad es despertar y profundizar la conciencia misionera en el pueblo de Dios desde 4 ámbitos: Organización Misionera. Formación Misionera. Animación Misionera. Cooperación Misionera.
1. PONTIFICIA OBRA DE LA PROPAGACIÓN DE LA FE. Fue fundada en Francia por una joven, María Paulina Jaricot. Suscita el interés por la evangelización y el intercambio de personal para las misiones: Familias Misioneras. Jóvenes Misioneros de Bolivia. Enfermos Misioneros que desde la casa dedican su dolor al servicio misionero. Preparar y animar la Jornada Mundial de las Misiones, conocida como el DOMUND.
2. PONTIFICIA OBRA DE LA SANTA INFANCIA. Fue fundada por un Obispo francés. “Promueve la animación y formación misioneras de los niños. Muestren la solidaridad con los niños necesitados”. Preparan la Jornada Mundial de la Infancia Misionera.
3. PONTIFICIA OBRA DE SAN PEDRO APOSTOL. Fue fundada en Francia por una madre e hija. “Busca que, en las Iglesias jóvenes, surjan vocaciones propias para la misión y que ninguna vocación se pierda por falta de recursos”. La Obra contribuye a la promoción del clero nativo y local y su estudio.
4. PONTIFICIA OBRA UNIÓN MISIONAL. Fue fundada en Italia por un sacerdote santo. “Busca la sensibilización y la formación misionera de los sacerdotes, de los consagrados y de laicos comprometidos, con intención de trabajar unidos en la misión”. Es el alma de las Cuatro Obras por sus oraciones.
Volvemos al Evangelio: Después de recalcar la compasión de Jesús por la gente (v.9, 36), el Señor elige a los Doce pregoneros del Evangelio y les da las instrucciones como deben realizar la misión. El llamado y envío de los Doce Apóstoles constituye una respuesta a los males que aquejan al pueblo, no solo materiales, sino sobre todo espirituales, el hambre de la verdadera Palabra de Dios y de un Buen Pastor. La narración subraya la autorización por Jesús a sus elegidos. Dice el Evangelio: “Jesús llamó a sus Doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus impuros y sanar toda enfermedad y dolencia” (10, 1). Hoy con un número creciente que se interesa por el mundo del ocultismo y sufren graves daños necesitamos, como en el inicio de la predicación, el don de liberación y sanación. La salvación por los sacramentos del Bautismo, Confesión y la Unción de los enfermos estaba siempre presente.
Sagrado Corazón de Jesús en ti confío.
El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la bendición del Dios Uno y Trino, del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes y les acompaña hoy y siempre.