Reflexión Dominical: “Parecían borrachos”
Celebramos hoy la gran solemnidad de Pentecostés. Antiguamente se hablaba de las tres Pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Las tres Pascuas son pasos de Dios, de Jesucristo y del Espíritu Santo que actúan en forma conjunta para que sobreabunde la gracia salvadora de la Redención. Estos tres grandes misterios de nuestra fe, constituyen la historia de la salvación del Nuevo Testamento. Estos tres misterios son parte de la vivencia de la fe para todo cristiano, pero ellos llegan a toda la humanidad, pues Jesús vino a salvarnos y Él quiere la salvación de todos. Los cristianos celebramos hoy, después de la Pascua de Resurrección de Jesús, la donación del Espíritu Santo a la comunidad de los apóstoles, reunidos en oración con María en el mismo lugar donde se celebró la Cena del Señor.
La solemnidad de la Pascua de Pentecostés no se celebra como fiesta independiente, sino como culminación de la Pascua grande, la resurrección. La “Pascua granada”, como la llaman en Europa, completa la “Pascua florida”. “Pascua florida” y “Pascua granada” tienen un sentido material y espiritual profundos. En la Pascua florida, en Europa y en otras latitudes del mundo, empieza la alegría de ver los campos llenos flores, mejora el clima… En lo espiritual, se da en nuestras vidas la alegría de resucitados, o sea, la vida nueva en Cristo. En la Pascua granada se recogen los frutos, los primeros frutos de la tierra. En la Pascua de Pentecostés somos llenos de los dones del Santo Espíritu, después de los cincuenta días de celebraciones pascuales.
Después de la Resurrección de Jesús, los discípulos gozaron cuarenta días, viéndole y palpándole; les costó creer que era Jesús, el que murió en la cruz, el que ahora veían resucitado. La experiencia del resucitado fue creciendo y pareció alcanzar su punto culminante y se convirtió en una euforia desbordante, en Pentecostés, que les llevó a enfrentar multitudes para anunciar el nombre de Jesús, que era el Salvador de toda la humanidad. ¿Cómo sería el entusiasmo de Pedro y sus compañeros que, en un primer momento, las gentes que los veían creían que estaban borrachos y Pedro les explicó que esto no era el caso? “No estamos borrachos”, les dice.
La misma salida de Pedro al balcón, la valentía para hablar sin miedo, con claridad y serenidad, eran hechos inauditos. Había allí algo distinto en Jesús de Nazaret: UN NUEVO PRINCIPIO DE VIDA, UN NUEVO ESPÍRITU, El ESPÍRITU SANTO. Todos los cristianos debemos alegrarnos de haber recibido en el bautismo y en la confirmación el gran don del Espíritu, plenitud de la Pascua. En nuestras oraciones solemos pedir a Dios paz, justicia, vernos libres de tantas enfermedades, perdón de nuestros pecados… Y Dios nos da su Espíritu, que es lo mejor, el que nos regala la verdadera paz, libertad y éxito… ¿Hemos experimentado en algún momento la euforia de Pentecostés? ¿En qué momento sentimos más fuertemente la presencia y la actuación del Espíritu de Dios en nosotros?
Sucre, 31 de mayo de 2020
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M. Arzobispo emérito de Sucre