Sida en niños y adolescentes trabajadores

Sida, el mal de “cuatro letras” que desafía a niños de la calle

Hablar de esta enfermedad es un tabú, pero es mucho más difícil la decisión de los pacientes de someterse al tratamiento. 

El sida se ha convertido en el último tiempo en uno de los principales temores y adversidades de los niños que viven en las calles de Bolivia, lo que se suma a un conjunto de riesgos cotidianos como el hambre y la violencia sexual, además del consumo de drogas y alcohol.

En los barrios bajos del país se habla de la “enfermedad de las cuatro letras” para referirse indistintamente al virus que causa el síndrome de inmunodeficiencia adquirida sida en su periodo más avanzado, dice Elizabeth Solíz de la Fundación Munasim Kullakita. Esta fundación ayuda a estos menores de edad en El Alto, la segunda ciudad más poblada de Bolivia con cerca de un millón de habitantes.

La pérdida de peso, caída de cabello y las erupciones en la piel son signos que alertan sobre el mal cuando el virus llega a una etapa avanzada, después de haberse mantenido imperceptible, y que hace más difícil la subsistencia de alguien que vive en las calles.

Hablar de la “enfermedad de cuatro letras” es un tabú en la calle, algo de lo que se habla con quien se sabe también tiene el mal o de mucha confianza que no hará un juicio despectivo, asegura Solíz.

Sin embargo, lo más difícil que debe afrontar un niño o adolescente de la calle es tomar la decisión de someterse a una prueba rápida para detectar el virus y luego asumir una decisión sobre su futuro en el caso de que un test dé positivo.

“Por iniciativa personal, es muy difícil que ellos puedan asistir a un centro de salud especializado” para hacerse la prueba del VIH, admite el presidente de la Red Departamental de La Paz de Niños y Adolescentes en situación de calle, Pablo Romero.

Si sucede es porque alguien intercedió, por lo general voluntarios o personal de entidades dedicadas a trabajar con niños y adolescentes en situación de riesgo.

La vida en las calles puede comenzar a los 12 o 13 años y generalmente los que toman esa decisión son menores que sufrieron algún tipo de violencia en sus hogares y que creyeron que fuera de sus casas tendrían una mejor vida.

En la calle las alternativas son pocas y para frenar el hambre muchos tienen que drogarse oliendo pegamento.

Para conseguir dinero las mujeres deben prostituirse en alojamientos de mala muerte, mientras que los varones están obligados a robar, lustrar calzados o limpiar vidrios.

Solíz, que lleva casi una década trabajando con menores de la calle, relata que varones y mujeres menores tienen “propensión” a contraer el VIH con un riesgo más alto cuando se está en la calle.

Para las mujeres un “riesgo fatal” es “hacer pieza” o acostarse con desconocidos, que a veces les ofrecen más dinero a cambio de tener sexo sin protección, como le sucedió hace algunos años a una adolescente que contrajo el VIH y que murió.

El abuso sexual y el riesgo de la transmisión del virus también son frecuentes entre varones cuando, por “mostrar poder”, alguno de los que lleva más tiempo en la calle viola a uno más joven que recién entra a ese mundo, a cambio de darle protección, narra Solíz.

Cuando un menor de la calle se entera que es portador del VIH se dan dos actitudes.

La primera de plena conciencia de su realidad, que le abre a la posibilidad de “continuar un tratamiento”, y la segunda de los que “no entienden” la gravedad y llegan a pensar que van a estar bien, según mencionan ambos entrevistados.

En Bolivia, el tratamiento contra el VIH es gratuito y lo proporcionan varios centros de salud públicos, pero pese a que “no hay una exigencia económica”, todo depende de la “voluntad de la persona”, reconoce Romero.

La voluntad es determinante para que alguien que ha estado en la calle pueda cambiar de vida y seguir un tratamiento que le dé nuevas expectativas, aunque no son los casos mayoritarios.

Hace poco se dieron algunas estadísticas no oficiales sobre la cantidad de menores de la calle portadores del VIH, pero varias de las instituciones que trabajan en ese ámbito consideran que esas cifras deben estar en reserva a fin de que no se estigmatice a estas personas.

En Bolivia existen alrededor de 25.149 afectados que viven con VIH, de los que 4.208 llegaron a desarrollar el sida, según datos del Ministerio de Salud al primer trimestre de 2019.

El VIH y los niños y adolescentes

1. La mayoría de los niños y adolescentes que contraen el VIH durante la adolescencia se infectan a través de las relaciones sexuales.

2. Como los niños y adolescentes crecen y se desarrollan de manera diferente, la dosis de los medicamentos para combatir la infección se basa a menudo en el peso o en la etapa de desarrollo en vez de la edad.

3. Para los niños y adolescentes puede ser difícil cumplir con el tratamiento. Por ejemplo, es posible que dejen de tomar algunas dosis de los medicamentos contra el VIH para ocultar su estado de seropositividad cuando están con otras personas.

4. Varios factores dificultan la prevención de la infección por VIH entre los adolescentes. Muchos de ellos carecen de información básica sobre el virus y la forma de autoprotegerse de este virus.

5. El uso de medicamentos contra el VIH para tratar la infección por ese virus se llama tratamiento antirretroviral. Se recomienda para todas las personas seropositivas. Los adolescentes con el VIH tienen una vida más larga y sana debido a los medicamentos empleados.

6. Cumplir con el tratamiento significa tomar los medicamentos contra el VIH todos los días y exactamente como se recetaron.

 

[Fuente: Correo del Sur – Suplemento Panorama (23-06-2019)]

[ImagenALARMANTE. Los niños y adolescentes pocas veces se dan cuenta que están infectados con el VIH si no es hasta cuando la enfermedad se encuentra en la fase de sida EFE]