Bienaventurado el político que no tiene miedo

Arquidiócesis de Sucre/CEAS/01/10/2020.- Amada Iglesia iniciamos el mes dedicado a la misión; pero a la vez como Comunidades Educativas del Arzobispado de Sucre (CEAS) queremos cerrar este ciclo de artículos dedicados a reflexionar desde las bienaventuranzas del político que nos fueron heredadas por el Cardenal F. Noguyen Van Thuan (parte a la casa del Padre en septiembre de 2002).

Se ha señalado ya antes que la política es un “arte noble y difícil” (GE #73) noble por cuanto pone su vida al servicio del bien de los demás y difícil por cuánto ha de ser consciente que, si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente y por tanto es preciso ir trabajando procesos de discernimiento que nos ayuden a comprender la necesidad de generar, fortalecer tiempos, procesos de encuentro y relaciones de equidad y justicia.

Será difícil también porque si lo que se quiere es servir al pueblo, éste pueblo ha de ser servido desde la verdad que libera. Por tanto, un político deberá ser consciente de que es preciso dejarse habitar por la vocación del profeta; estará convocado a reorientar la conducta de un pueblo que, extraviado en sus miopías, mezquindades y aún quizá en su ninguna memoria histórica, no vive a la altura de su dignidad humana. El político que vive de esta manera, pronto encontrará su vida amenazada (cosa habitual en la vida de los profetas: Jer.26,20-30).

Difícil también pues ha de comprender y no claudicar esfuerzos por el bien común que implica: respeto a la persona, exigencia por fortalecer el bienestar social y desde luego trabajar por el desarrollo y la paz (CIC # 1906-1909). El político por tanto deberá saber que su compromiso con el progreso estará enmarcado en la verdad y la edificación de la justicia (CIC # 1912).

Nuestros políticos afrontarán un tiempo en pandemia y pos pandemia, también lo haremos nosotros, por tanto, ellos que serán la cabeza de nuestro país deberán cuidar no dejarse vencer por el miedo a la incertidumbre que nos depara el futuro. Hay que afrontarlo con valentía, creatividad y solidaridad; de lo contrario el miedo generará un proceso paralizador, que a su ritmo, hunde en la desesperanza. Recuérdese que señalábamos que el político está convocado a dejarse habitar por la vocación del profeta y el profeta es un hombre que también comunica esperanza y además trabaja por ella, aún a coste de la vida misma.

Téngase presente la cita que reza: “Jesús rechaza la “economía del miedo”, como queda patente en la parábola de los talentos (Mt 25, 14-30; Lc 19, 11-27): el que afrontó el tema del dinero desde el miedo, en el miedo y por el miedo encontró su propia perdición. 2) Si el miedo al dinero lleva a la perdición, la “codicia” por los bienes de la tierra convierte a los codiciosos en asesinos, como destaca la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21, 33-46; Mc 12, 1-12)” (J. María Castillo).

Ha de tenerse presente que, si nuestros políticos se dejan habitar por el miedo, éste no sólo los hará desgraciados, sino que además los llevará a su perdición. ¿Cuántos por miedo a perder el cargo acabaron dejando la tierra de ingratas maneras?

 “No tengáis miedo” es el pedido constante de Jesús: Mt 1, 20; 10, 28; 14, 27; 17, 7; 28, 5. 10; Mc 6, 50; Lc 1, 13. 30; 2, 10; 5, 10; 12, 5; Jn 6, 20

Sin ánimo de forzar comprensiones, habiendo señalado que el político está convocado a vivir el espíritu profético, en anteriores artículos hemos citado la necesidad de vigilar nuestro corazón y por tanto nuestras conductas de manera tal que la corrupción no haga carne en nosotros. Al respecto citamos a SS Papa Francisco que su libro “Corrupción y Pecado” (publicado cuando era el Cardenal Bergoglio) recuerda: “una de las características del corrupto frente a la profecía es un cierto complejo de incuestionabilidad. Ante cualquier crítica se pone mal, descalifica a la persona o institución que la hace, procura descabezar toda autoridad moral que pueda cuestionarlo, recurre al sofisma y al equilibrismo nominalista-ideológico para justificarse, desvaloriza a los demás y arremete con el insulto a quienes piensan distinto (cf. Jn 9,34).”

Si en nuestro camino hemos podido evidenciar esto no caigamos en la tentación de juzgar y condenar, pues si hay corruptos, el mismo libro nos recuerda: “El corrupto no percibe su corrupción. Sucede lo que con el mal aliento: difícilmente el que tiene mal aliento se percata de ello. Son otros quienes lo sienten y se lo deben decir la corrupción, más que perdonada, debe ser curada La corrupción no es un acto, sino un estado, estado personal y social…”

Menuda cuestión vivir una vocación política auténtica, por ello debemos orar por los políticos; si hubiere alguno que viviera rasgos de lo expresado en éste y los artículos precedentes, pues bienaventurados sean. De no haberlos, pues que ni pereza ni miedo nos habiten, hemos de trabajar decididamente para que desde todos los ámbitos de la vida en sociedad podamos fortalecer estos dones necesarios para vivir una nueva humanidad desde decididos pasos y acciones políticas en diálogo integrador y respetuoso; apertura liberadora; un trabajo que en honestidad dignifica y un compromiso por la verdad que genera justicia.

C.E.A.S. para servir y dar la vida (Mt.20,28)