“Del altar a la transformación de vida de los que no tienen para comer” Mons. Jesús Juárez (Homilía)

Arquidiócesis de Sucre 20.06.2019//CENACOM// En la celebración del Corpus Christi el Arzobispo de Sucre nos llama a meditar y hacer conciencia sobre la celebración de la Eucaristía en nuestras vidas, a transformar la realidad social con los valores del Reino de Dios, a vivir con el prójimo lo que celebramos y profesamos. También nos muestra el significado del lema del Corpus este año “del altar al compromiso social”, que nos lleva a múltiples desafíos como deber de todo bautizado.

“Del altar al compromiso social”

Celebración del Corpus Christi

Queridas hermanas y hermanos:

Bienvenidos a esta celebración de la Solemnidad del Corpus Christi. Hagamos de esta Eucaristía una fiesta de fe, de adoración y proclamación de la presencia real de Jesús sacramentado que bendecirá nuestra ciudad y departamento.

Hay que resaltar y agradecer la intuición en la elección del tema que motiva nuestro caminar arquidiocesano en este año dedicado a los laicos: “del altar al compromiso social”, que ya en el documento de Puebla los Obispos afirmaron: “ustedes los laicos son hombres de Iglesia en el corazón del mundo y son hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”.

Eucaristía y vida

El sacramento de la Eucaristía y la vida son dos ámbitos que se complementan y van juntos. Del altar a la vida hay un vínculo estrecho. Si en nuestra comunidad se debilita el sentido del valor de la Eucaristía, nuestro compromiso social pierde su auténtico significado y fundamento. Pero si lo vivimos como encuentro con Cristo y los hermanos, culminará necesariamente en el encuentro con el otro necesitado, en el compartir equitativo de los bienes creados, para que estos lleguen a todos.

Deseo compartir con ustedes tres palabras claves, que encontramos en la Palabra de Dios proclamada. Una es de bendición y las otras dos son un mandato:

 “Bendito sea el Dios altísimo”.

 “Hagan esto en memoria mía”.

 “Denles ustedes de comer”.

 

“Bendito sea el Dios altísimo”

Es la exclamación y bendición del rey Melquisedec que hemos escuchado. Hoy la queremos hacer resonar con fuerza y convicción. Bendito sea el Dios altísimo por la fe de un pueblo creyente, Israel en la antigüedad, y hoy por el pueblo creyente en estas tierras chuquisaqueñas. Pan y vino ya en Melquisedec son signos religiosos al Dios altísimo por las bendiciones recibidas y por el trabajo del hombre. Son signos de alimento y vida para todos, fruto de la vida en granos de trigo y en viñedos, que transformados se convierten en pan de vida y bebida de salvación. Signos para compartir en fraternidad y solidaridad, a fin de que nadie pase hambre y sacie su sed.

Nuestra alabanza y bendición continúa porque Yahvé hizo una alianza con su pueblo y hoy la renovamos por la sangre de su Hijo.

Bendito sea Dios porque ha cumplido sus promesas al entregarnos a su Hijo Jesucristo, pan de vida eterna y alimento que fortalece nuestro caminar.

Bendito sea Dios porque su reino de amor, de justicia, de verdad, y de paz sigue creciendo entre nosotros con frutos abundantes.

Ahora nos preguntamos: ¿cuánto tiempo dedicamos a bendecir al Señor para agradecerle los dones recibidos? ¿Qué le ofrecemos a lo largo del día?

“Hagan esto en memoria mía”

El Apóstol Pablo, llama a la reflexión y cambio de vida a la comunidad creyente de Corinto que había caído en divisiones en un estilo de vida individualista orientado al gozo y a la satisfacción de toda clase de necesidades personales, olvidándose de los que pasaban hambre. Pablo busca la comunión y la unidad al igual que la preocupación y responsabilidad por los pobres en la comunidad.

La institución de la Eucaristía, sacramento alrededor del cual la comunidad se articula constituye el centro, el corazón de la asamblea que cree en Él y conmemora la Cena del Señor que se realizó en la pascua judía para ser memoria de la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto, cuyo pan ácimo sin levadura es símbolo de un pueblo que sufrió la amargura del cautiverio y las penurias de una marcha hacia la libertad.

El Apóstol recuerda lo que hizo Jesús en la última Cena, para dejar claro que la Eucaristía nos hace Iglesia, nos regenera, nos reúne en un solo cuerpo cuya cabeza es Jesucristo. El cuerpo evoca la unión de todos y la sangre, la vida; por ello la cena del Señor es la expresión máxima de nuestra unión con Dios y con Cristo, de unión y comunión con todos.

La Eucaristía, es el encuentro personal con Jesucristo vivo y resucitado, presente que actúa y orienta nuestra vida; refuerza los lazos de la caridad, de la responsabilidad y el compromiso.

“Denles ustedes de comer”

El Evangelio deja entrever dos actitudes ante el gentío que sigue a Jesús y que está hambriento. La primera planteada por los discípulos, preocupados por la gente, pero sin asumir responsabilidad alguna por la condición de necesidad y de hambre del Pueblo que le seguía. Los discípulos alertan ante la necesidad de alojamiento y comida y hacen una petición simplista y escapista: “despide a la gente para que se busquen alojamiento y comida”. La segunda actitud es la de Jesús: “denles ustedes mismos de comer”. Jesús reta a los discípulos a ocuparse de las vicisitudes de la gente. En la respuesta de los discípulos vuelve a relucir las salidas fáciles: “no tenemos más que cinco panes y dos pescados”. La respuesta de Jesús es el milagro del amor que gozamos y vivimos en cada Eucaristía. Compasión que se traduce en la multiplicación de los panes y peces que tiene un matiz eucarístico por los símbolos y signos de tomar el pan y los peces; de elevar los ojos al cielo; de pronunciar la bendición, de repartir y saciar el hambre de la gente. Jesús bendice y parte los panes como expresión de amor efectivo ante la necesidad de cansancio y hambre de la gente. Jesús ve a la multitud, se compadece y la acoge enseñándoles sobre el Reino. Verdaderamente Jesús es el pan partido y repartido para la vida del mundo.

¿Cómo es mi participación en las celebraciones de la Eucaristía? ¿Cuál es mi preparación para acercarme a recibir la comunión?

 

Propuesta de tarea

Ante el mandato de Jesús les propongo 4 tareas:

  • Denles la comida de la verdad: frente a la mentira y las medias verdades que tanto confunden y dividen al pueblo, hagan brillar la luz de la verdad; la verdad del bien y del mal; la verdad de la dignidad de los derechos humanos, y ante todo, la verdad sobre Dios y su reinado.
  • Denles comida de la conciencia moral: frente a tanto relativismo moral, ante tanto pisoteo de los valores universales, ante tanto engaño, tanta corrupción y narcotráfico; tanto sometimiento de la justicia al poder de turno que le quita su independencia, seamos testigos de referencia moral. No hay nada más poderoso para transformar mentes y corazones que el ejemplo personal.
  • Denles comida material: frente a la pobreza persistente, frente a la desnutrición todavía evidente, frente al desempleo y bajos salarios que angustian a muchos hermanos y hermanas en nuestro departamento. Frente al dolor de los enfermos y el abandono de los descartados, debemos empeñarnos en hacerles conocer sus derechos reconocidos en la constitución y en las leyes, ya que estos son los predilectos del Señor.
  • Denles comida espiritual: frente a la creciente indiferencia religiosa, frente a las crisis personales y familiares, frente a los traumas y dudas, Jesucristo es la respuesta. Esto nos impulsa a desterrar la ignorancia religiosa y ofrecerles las verdades fundamentales de la fe que encontrándose con Jesucristo, serán fortalecidos con la lectura de la Palabra de Dios, la recepción de los sacramentos y el ejercicio de la caridad.

Confesamos, Señor, que tú eres el verdadero pan del cielo y el que se alimenta de ti, jamás pasará hambre.

Meditemos: si la celebración de la Eucaristía no nos impulsa a transformar la realidad social con los valores del Reino de Dios, sería una señal de divorcio entre lo que celebramos y lo que vivimos.

Resumiendo:

El lema del Corpus Christi, “del altar al compromiso social”, nos lleva hacer realidad estos desafíos.

  • Del altar a la transformación de la vida de los que no tienen para comer, de los que buscan un techo para vivir y una tierra para trabajar.
  • Del altar a la soledad de tantos niños, jóvenes, enfermos y ancianos, para acompañarles con un amor efectivo y caridad sin fingimientos y alejando toda indiferencia ante el dolor.
  • Del altar a la libertad de expresión que destierra los silencios cómplices y promover una conciencia crítica.
  • Del altar a la práctica y lucha por la justicia para todos y vivir una democracia auténtica con respeto y observancia de las leyes.
  • Del altar a nuestra interioridad para sanar con amor las heridas personales, las de nuestra historia de vida y trasformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne alimentándonos de Jesús pan de vida y con frecuentes visitas y adoración a Cristo sacramentado.
  • Del altar a ser artífices y constructores de la unidad, alejando las divisiones, rencores, chismes y falsas acusaciones, consecuencia del pecado de una vida donde se quiere desterrar al Dios de la historia.
  • Del altar al “bien común” que acaba con la voracidad de acaparar todo para sí mismos y denunciar los despilfarros de bienes que ofenden a los pobres.
  • Del altar al compromiso de la Eucaristía semanal y al encuentro con Cristo compañero en nuestro peregrinar y viático para la vida eterna.

Con Melquisedec, con Jesús, con María mujer eucarística, con tus valerosos doce apóstoles, con tus aguerridos setenta y dos discípulos, con la nube de testigos de ayer y de hoy defensores del Evangelio de la alegría, te bendecimos Señor, Dios nuestro, creador del cielo y de la tierra, por la Eucaristía milagro de amor para tu pueblo. Amén.

Sucre, 20 de junio de 2019

 

Mons. Jesús Juárez Párraga, sdb.

Arzobispo de Sucre

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