“Dios quiere el corazón del hombre, pero vivo y no muerto” Mons. Adolfo Bittschi

CENACOM 28.02.2021// En la homilía del segundo domingo de cuaresma el Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Sucre, Mons. Adolfo Bittschi exhorta pedir al Espíritu Santo, el amor y la fuerza de poder sufrir por el Evangelio, las cruces que aparecen en nuestro camino y ofrecerlas para nuestra CONVERSIÓN y la de todos los pecadores. El Papa Francisco nos pide orar en este mes por las mujeres que son víctimas de violencia: que sean protegidas por la sociedad y que su sufrimiento sea considerado y escuchado. 

SEGUNDO DOMINGO de CUARESMA

28 de febrero de 2021, domingo de la TRANSFIGURACIÓN 

Evangelio según San Marcos 9, 2 – 10

ESTE ES MI HIJO MUY AMADO: ¡ESCÚCHENLO!

Queridos oyentes, estamos preparando la fiesta de las fiestas, la Pascua de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Nos llena de alegría al reservar cada día un buen tiempo para mirar y admirar al Salvador. Hoy nuestro Padre Dios nos revela ante tres testigos la vida, el ser real, de su Hijo Jesús: “ESTE ES MI HIJO MUY AMADO: ¡ESCÚCHENLO!”. La vida en plenitud que nos espera al escuchar y obedecer al Señor.

Jesús parece transfigurado, sin embargo, son los Apóstoles quienes por esta manifestación quedan impresionados y transformados. Lo mismo quiere el Padre para nosotros en estos 40 días. Nos muestra la meta del camino para no quedar rezagados.

Dos montañas se levantan ante nuestros ojos en este domingo de la Transfiguración: en la primera lectura aquella en que Abraham, Padre de la fe, ofrece a Dios en sacrificio a su hijo Isaac y la otra en el Evangelio, el Tabor, en que Dios reveló a su Hijo radiante de gloria. Abraham no rehúsa la oblación de su unigénito, portador de la promesa de una multitud de descendientes. De esa manera Abraham es una imagen del amor infinito de Dios hacia los hombres que sí entregó a su Hijo Unigénito por nuestra salvación. En la Transfiguración de Jesús, Dios Padre nos entreabre la puerta de la gloria de la Resurrección, a la cual nos da acceso la muerte de Jesucristo. En la época de Abraham era una costumbre de sacrificar a los primeros hijos a sus dioses para congraciarse y unirse con ellos. Por eso se entiende que Isaac acepte ser víctima de este holocausto y no pone ninguna resistencia. Dios detiene el sacrificio de Abraham; conoció su corazón lleno de fe y confianza en el Dios que tiene poder para devolver la vida a los muertos. Pero quiere enseñar que Dios quiere el corazón del hombre, pero vivo y no muerto. Así como Dios detuvo el sacrificio de Abraham, le pidamos en estos 40 días que detiene el holocausto de los inocentes por el aborto.

Isaac es figura de Jesucristo: ya cuando Abraham le carga la leña y sobre todo al ser atado sobre el altar. Dios Padre no detiene el sacrificio de su Hijo. Haciéndose eco de esto, San Pablo en la segunda lectura, llega a exclamar que si el Padre “no reservó a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos va a regalar todo lo demás con Él?” El sacrifico de Jesús nos trae la salvación, el ser hijos de Dios, la vida eterna y todo el bien.

La Transfiguración muestra la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento. El relato de la Transfiguración emplea las mismas imágenes que las manifestaciones divinas (las teofanías) narradas en el Antiguo Testamento: la montaña, lugar de la manifestación de Dios; la nube, signo de la presencia velada de la gloria divina; la tienda, lugar del encuentro con Dios, y la voz divina, que da el mensaje de Dios. En la Transfiguración se hacen presentes dos representantes de las partes fundamentales del Antiguo Testamento: la LEY (TORÁH) y los PROFETAS. MOISÉS enviado de Dios para liberar a Israel de la esclavitud en Egipto que pueden dar culto al SEÑOR LIBERADOR y firmar la ALIANZA que DIOS ofrece con los DIEZ MANDAMIENTOS de la LEY de DIOS.

Al hablar Moisés “cara a cara con Dios” en la montaña del Sinaí su rostro quedó transfigurado y tan resplandeciente que los Israelitas no aguantaron su aspecto (Éxodo 34,29-35). Este acontecimiento estaba envuelto también por la nube.

ELIAS, el profeta de la fidelidad a Dios, arriesgó su vida en una apuesta con los sacerdotes del ídolo Baal, un ordalías o juicio de Dios, para mostrar que el Dios de Israel es el único Dios. Su nombre ya lo indica: mi Dios es el SEÑOR. Elías es el personaje cuya venida esperan los judíos hasta hoy como precursor de la llegada del Mesías que ellos siguen esperando. Nosotros creemos en Jesús el Cristo, el Mesías y en San Juan Bautista que vino con el Espíritu de Elías a preparar el camino al SEÑOR. Es que Elías no murió sino fue arrebatado en presencia de Eliseo con cuerpo y alma al cielo. Su presencia en la Transfiguración junto a Jesús confirma nuestra fe: Jesús es el Cristo, el único Salvador.

El tema del diálogo de Jesús con Moisés y Elías es la pasión, muerte y resurrección gloriosa de Jesús, tal como ellos lo habían anunciado por obra del Espíritu Santo que habló por los profetas verdaderos de Dios. Los tres Apóstoles estaban tan fascinados que querían quedarse. Ojalá todos tengamos un fascinante encuentro personal con Cristo para quedarnos con Él.

El Evangelio de hoy comenzó con las palabras: “Seis días después”. Es que seis días antes había tenido lugar la confesión de Pedro sobre la identidad de Jesús: “Tú eres el Mesías, el Cristo” (Marcos 8,29). Acto seguido Jesús anuncia por primera vez que debe sufrir, morir y resucitar. Pedro reprende a Jesús porque no quiere saber de la pasión del Mesías. Sin embargo, Jesús corrige muy fuerte a Pedro: “¡Ponte detrás de mí, satanás, tu no piensas como Dios, sino como los hombres!” (vv.31-33). Luego Jesús convocó a la gente y a sus discípulos y les dijo: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga”.

La Transfiguración es la cara de Cristo unido a la cruz de Jesús: las heridas de su gloria y la gloria de sus heridas; es el fortalecimiento en el seguimiento del discípulo misionero. San Pablo lo expresa en su 2ª Carta a Timoteo: “…con la fuerza que proviene de Dios comparte conmigo el sufrimiento por el Evangelio” (1,8b).

Pidamos al Espíritu Santo el amor y la fuerza de poder sufrir por el Evangelio las cruces que aparecen en nuestro camino y ofrecerlas para nuestra CONVERSIÓN y la de todos los pecadores. Así colaboramos para que termine esta pandemia y toda maldad. El Papa Francisco nos pide orar en este mes por las mujeres que son víctimas de violencia: que sean protegidas por la sociedad y que su sufrimiento sea considerado y escuchado. En estas intenciones meditemos los misterios de nuestra fe en el SANTO ROSARIO.

El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la Bendición de Dios: del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes y sus familias y les acompañe en esta Cuaresma. Amén.