El Evangelio de la esperanza en el Hijo de Dios

Reflexión Dominical
Domingo II de Adviento
Pbro. José Cervantes

El consuelo y la esperanza del Evangelio

La Palabra de Dios en este segundo domingo de Adviento contiene un mensaje de consolación y de esperanza, hace una urgente llamada a la conversión y transmite un impulso espiritual orientado a apresurar el día de un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia, es decir, el día del Señor (Is 40,1-11; 2 Pe 3,8-14; Mc 1,1-8). Hacia ese día apunta el Evangelio de Marcos, que leeremos durante este año litúrgico, pero su punto de mira se concentra siempre en Jesús y así lo proclama en su solemne versículo inicial como mensaje fundamental de toda su obra: “Principio del Evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”.

La paradójica buena noticia del Hijo de Dios crucificado

Marcos se presenta con el concepto evangelio, empleado en la predicación apostólica paulina e inspirado en el Antiguo Testamento, para anunciar a Jesús como única e incomparable buena noticia.  Tal como Pablo y Marcos nos lo han transmitido, nosotros sabemos que ninguna de las buenas noticias del mundo es comparable con la excepcional, paradójica y sorprendente Buena Noticia por antonomasia, la de Jesús, Mesías e Hijo de Dios, reconocido como tal en su misma muerte en la confesión del centurión: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. Y esa singularidad es la que refleja Marcos al presentar la persona y la actividad de Jesús con su muerte y resurrección con el término Evangelio.

El precursor Juan Bautista

La figura de Juan Bautista es el precursor del Mesías y de este Evangelio. De Juan podemos destacar su figura y su discurso, pero lo esencial de su mensaje es la llamada a la conversión y el anuncio del esposo que viene. El talante profético es el aspecto dominante en la presentación del Bautista. De hecho se identifica con la voz de Isaías, del Segundo Isaías, el profeta del consuelo y del retorno de Israel, que nos llama a todos a “preparar el camino del Señor, allanando sus senderos” (Is 40,1-11). Su comida a base de saltamontes y miel silvestre así como su vestimenta de piel de camello y, sobre todo, la correa de cuero en su cintura aluden al profeta Elías (2Re 1,8) y ponen de relieve su altura de profeta más que su espiritualidad ascética.

Conversión y preparación de la llegada de Jesús

La misión prioritaria de Juan era bautizar y proclamar la necesidad de preparar el camino del Señor, mediante la conversión a nuevas conductas y actitudes. El mismo bautismo de Juan está vinculado a la conversión, es decir, al arrepentimiento y al cambio de mentalidad para el perdón de los pecados. La razón del arrepentimiento y del cambio de mentalidad, el motivo de su predicación es la llegada inminente de la persona de Jesús: más fuerte, más digno y con otra función: bautizar con Espíritu Santo.

El desierto, donde Dios habla al corazón

El énfasis de Marcos recae en tres aspectos claves: La concentración de su predicación en el Mesías-Esposo, el éxodo de Jerusalén y de sus instituciones religiosas con el baño en el río, y la fuerza mesiánica de los que se bauticen en el Espíritu del que Viene como Mesías e Hijo de Dios. La conversión consiste en preparar el camino del Señor e implica el reconocimiento y el arrepentimiento de los pecados. La voz que grita en el desierto no alude principalmente a la palabra del profeta desoída por el pueblo, sino al lugar teológico que el desierto significa en la tradición profética: El desierto es el lugar de la íntima relación amorosa de Dios con su pueblo, cuando Dios habla al corazón (Is 40,3, Jr 31,2; Os 2,16-25), por eso el desierto connota la Alianza nupcial entre Dios y la humanidad. Juan Bautista muestra quién es el verdadero “esposo” de la humanidad, a quien él no es capaz de desatar las correas de sus sandalias.

Jesús es el Mesías Esposo

Desatar la sandalia era un gesto público por medio del cual una persona adquiría los derechos jurídicos de otro, concretamente, en el caso del levirato, cuando un pariente cercano asumía los derechos del esposo (cf. Dt 25,5-9; Rut 4,8). Cuando Juan dice que no es capaz de desatar las correas de las sandalias de Jesús no está refiriéndose sólo a un gesto de humildad, sino al hecho de que es Jesús el Mesías-esposo de la humanidad, el único en quien todos los hombres encuentran la salvación y la plenitud de la vida. Juan no puede suplantarlo. Más bien debe disminuir para que él crezca. El último testimonio del Bautista es éste precisamente: “La esposa pertenece al esposo. El amigo del esposo, que está junto a él y lo escucha, se alegra mucho al oír la voz del esposo; por eso mi alegría ha llegado a su plenitud. Es necesario que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3, 29-30).

La humanidad abatida al encuentro de Dios en su Hijo

Para la humanidad abatida, especialmente para todos los que sufren, en esta situación crítica de la pandemia subsistente, de la pobreza catastrófica sostenida por los opulentos del sistema y de las políticas totalitarias emergentes en este momento de la historia, la palabra del Adviento es una palabra de consolación y esperanza, que abre los corazones humanos a Dios, pues en la Navidad rememoramos la gran alegría que viene con el Mesías, y que en la imagen del esposo sale al encuentro de la humanidad para celebrar boda y consumar el amor más grande de la historia, el del Hijo de Dios que da la vida por amor a sus hermanos a todos los hombres. Para esa Nueva Alianza es para lo que es necesario un cambio de mentalidad. El Adviento nos invita a preparar la nueva relación de Dios con la humanidad, con el reconocimiento de nuestros pecados y el cambio de orientación de nuestras conductas.

La necesidad de ruptura con el tiempo presente

En la Segunda Carta de Pedro aparecen expresiones apocalípticas para sostener la esperanza. Las catástrofes cósmicas, el fuego devorador de la tierra y de sus elementos expresan la necesidad de un corte y una ruptura con el tiempo presente, con la historia injusta desarrollada en la humanidad, y con el imperio de los poderes y de los poderosos de esta tierra, causantes de los estragos y de tantas víctimas inocentes a lo largo de esta historia irredenta, a pesar del anuncio de salvación del Evangelio. El que viene con fuerza detrás de Juan es el Mesías Jesús y realizará una misión redentora pero también discriminatoria.

La defensa con justicia al desamparado

Cuando se acerca la Navidad necesitamos considerar también este aspecto del Mesías rey y juez, porque es en su espíritu donde los cristianos hemos sido bautizados: El Espíritu Santo en el que hemos sido bautizados los cristianos es el que irrumpe en la historia encarnándose en el Mesías y actuando en el pueblo mesiánico. El Espíritu de sabiduría y sensatez, de valor y de prudencia, de conocimiento y de respeto de Dios es el que se convierte en juez, cuya única fuerza es la palabra. Esa palabra ha sido pronunciada ya por Dios en Jesús, el Evangelio, como espíritu que defiende con justicia al desamparado, con equidad al pobre, que eliminará al violento y matará al malvado.

La esperanza en un cielo nuevo y una tierra nueva

La verdad última que juzga a toda persona y que sin duda saldrá a la luz implantando la justicia mesiánica es el sufrimiento de todas las víctimas de esta historia injusta, es el dolor de los que gimen en esta tierra y la indigencia de los pobres de este mundo. Los cristianos creemos en las palabras mesiánicas de Isaías y en su encarnación histórica en Jesús. Estamos convencidos de que la justicia triunfará y entonces traerá la paz verdadera. Pero no se puede hacer la paz sin la justicia. La esperanza es que al fin se hará justicia, pero la justicia ¡de Dios!, no la nuestra. Miremos a Jesús para reconocerlo como Hijo de Dios y avivar la esperanza. Esa palabra de esperanza es el contenido de la imagen de un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia.

José Cervantes Gabarrón,
sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura