“El hombre inventó las cruces y Dios las sufrió en su carne y las sigue sufriendo en su cuerpo místico” Mons. Adolfo Bittschi

14.09.2020//CENACOM// El Obispo Auxiliar de nuestra Arquidiócesis reflexiona en su homilía de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz  que la celebración se centra en el misterio de la Cruz como lugar de la revelación del amor de Dios: en la muerte de su Hijo salva a los hombres.

“En la cruz de Cristo contemplamos el escándalo de la injusticia, del pecado, de la muerte, que intenta destruir la vida, pero que es vencido por el amor de Dios.  Así lo constata el Evangelio: la muerte en cruz de Cristo es la prueba máxima del amor de Dios a los hombres: “Tanto amó Dios al mundo que dio su Hijo único”.

Homilía 14 de septiembre 2020,

Fiesta de la EXALTACIÓN de la SANTA CRUZ

Evangelio según san Juan 3, 13 – 17.

EL HIJO DEL HOMBRE TIENE QUE SER ELEVADO

     El hombre inventó las cruces y Dios las sufrió en su carne y los sigue sufriendo en su cuerpo místico. La crucifixión era la pena más trágica e ignominiosa de los romanos reservado para los esclavos. Cicerón decía: “la más cruel y terrible de las penas de muerte”. La crucifixión nunca formó parte de la jurisprudencia judía. El suplicio de la crucifixión fue abolido por el emperador Constantino a instancias de su madre, santa Elena.

     La cruz colocó a Jesús entre dos criminales. La misma crucifixión no está descrita en ningún Evangelio; la mencionan los cuatro sin detalle. Que fue crucificado con clavos sabemos por el testimonio indirecto de Tomás.

    La celebración se centra en el misterio de la cruz como lugar de la revelación del amor de Dios: en la muerte de su Hijo salva a los hombres. En la cruz de Cristo contemplamos el escándalo de la injusticia, del pecado, de la muerte, que intenta destruir la vida, pero que es vencido por el amor de Dios.      Así lo constata el Evangelio: la muerte en cruz de Cristo es la prueba máxima del amor de Dios a los hombres: “Tanto amó Dios al mundo que dio su Hijo único”.

     Las oraciones de la celebración eucarística precisan el sentido de la fiesta: “Debemos gloriarnos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo: en Él está nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección; por Él hemos sido salvados y liberados” (antífona de entrada). “Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, porque con tu Cruz has redimido al mundo. Aleluya”. El prefacio de la misa reza: “has establecido la salvación del género humano en el árbol de la Cruz, para que, donde tuvo origen la muerte, allí resurgiera la vida, y el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido, por Jesucristo Señor Nuestro”.

     El Evangelio mira arriba al Crucificado. “De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto para que todos los que creen en Él tengan vida eterna”. El libro de Sabiduría (16,6-8) nos explica porque mirar al Crucificado: “El que se volvía hacia ese emblema de salud sanaba, no en virtud de lo que veía, sino gracias a ti, Salvador de todos”. Es un movimiento hacia Dios una conversión. Ante la mirada de los hombres, Jesús sólo era levantado en la Cruz, pero en verdad ascendió a la derecha del Padre. Si nos abrazamos de la Cruz de Cristo nos lleva también al Padre.

       Clamamos: Ven Espíritu Santo y enciende el fuego de tu amor en nuestros corazones. Envía, Señor, tu Espíritu y todo será creado y renovarás la faz de la tierra.    Recemos también con Papa Francisco para que los recursos del planeta no sean saqueados, sino que se compartan de manera justa y respetuosa.            

Septiembre mes de la Biblia. Profundicemos el Evangelio, queridos oyentes, para saciarnos de la Palabra que da vida. Porque ustedes ya saben: El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo!            

Y la Bendición del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y sus familias y les acompañe hoy y siempre.