Jesús en la tempestad

Javier Gómez: “Cruzando un tramo difícil”

El Evangelio, en las lecturas de esta semana (Mc 6,45-52), nos habla de que los discípulos, iban en barca a Betsaida, a donde Jesús, los envió delante de Él. Por el camino, el viento se les hacía contrario y, entretenidos en maniobrar, ven a Jesús acercarse, caminando sobre las aguas, pero, entretenidos por la ventisca, no le reconocen, y Él hace como si siguiese de lado. Al verles espantados, porque pensaban que era un fantasma, Él les dice, ánimo, no teman, soy Yo, subió a la barca y el viento se calmó, menciona también el relato que esto sucedió cuando tampoco habían entendido el episodio de la multiplicación de los panes.

En estos momentos el viento le es contrario, su vista está a ratos llena de lágrimas de miedo, su seguridad tambalea. Se enfrenta a un trauma (infantil, tal vez) que le está bloqueando y haciendo asumir con gran miedo e inseguridades nuevas responsabilidades.

Ha estado varias noches en las que su sueño ha sido irregular, se despierta, generalmente como a las tres de la mañana, y le vienen constantemente pensamientos repetitivos sobre rencores no superados, ideas de fracaso, y sueños confusos y cargados de situaciones en las que estalla de furia por la más mínima cosa.

Ha pedido y está pidiendo a sus amigos cercanos que le ayuden orando por él. En estos momentos siente como si nada de lo que sabe hacer, ni de los conocimientos que tiene sirviesen para algo.

Recibió retroalimentaciones de los suyos en las que le hicieron ver que no está a la altura de lo que se espera de él, lo cual hace que se sienta aún peor. Se siente con emociones confusas. No puede victimizarse. Ha pedido y está pidiendo a sus amigos cercanos que le ayuden orando por él. En estos momentos siente como si nada de lo que sabe hacer, ni de los conocimientos que tiene sirviesen para algo.

Se siente bloqueado y sin iniciativa (que es casualmente lo que se le está pidiendo de cara a su apostolado y su posible ordenación al sacerdocio). Siente que nada cansado a una orilla que se le hace cada vez más lejana. Pide a Jesús que le ayude, a los santos, en especial a la Virgen, pero tiene miedo.

El viento le es contrario. “Apóyenme con sus oraciones”, pide. Apoyen a cada uno de los religiosos que conozcan. Cada uno pasa tormentas graves en su vida, hoy él está pasando la suya. Es humano, y tal vez ve a Jesús como un fantasma y no le está pidiendo con la suficiente fuerza que suba a su barca y le ayude.

No le dejen solo, oren por él y por cada religioso que conozcan. Gracias, Dios les retribuya en gracias y bendiciones lo que puedan hacer: Y cualquiera que como discípulo dé de beber aunque solo sea un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, en verdad les digo que no perderá su recompensa (Mt 10,42).

(Javier Gómez)

[Imagenparroquiaconsolacion.com]