Corazones de Jesús y María

Miguel Manzanera SJ: “Desposorios místicos de los Corazones de Jesús y de María”

El calendario litúrgico de la Iglesia Católica, celebra al Sagrado Corazón de Jesús el viernes ocho días después de la Fiesta del Corpus Christi (Cuerpo y Sangre de Cristo). Al sábado siguiente se celebra el Corazón Inmaculado de María. De esta manera se unen dos conmemoraciones que nos proyectan hacia la apoteosis de la historia de la salvación.

Aunque hay personas cristianas que no aceptan estas dos celebraciones fiestas por parecerles demasiado sentimentales, sin embargo cada vez más se van descubriendo citas bíblicas que sirven para desvelar un gran misterio en gran parte todavía desconocido: los desposorios místicos de Jesús y de María, representados estéticamente en los Corazones de Jesús y de María, que culminará en las bodas apocalípticas.

Veamos algunos pasajes bíblicos que revelan esta buena noticia. A nuestro juicio el más importante se encuentra en el evangelio de Juan, el discípulo amado de Jesús, que tuvo el privilegio de ser, juntamente con la Virgen María y algunas santas mujeres, el testigo oyente de las palabras de Jesús, moribundo en la cruz, revelando un gran secreto (Jn 19,25-37): Viendo Jesús a María, su Madre, y junto a ella al discípulo a quien amaba, le dice a la Madre.”Mujer, he ahí a tu hijo”. Luego dice a Juan: “He ahí a tu Madre”. Y desde aquella hora el discípulo la tomó consigo.

Jesús expresa aquí su última voluntad para que Juan cuide de María, que había quedado viuda por la muerte de su esposo José. Pero hay, además, la revelación de un gran secreto místico. Jesús no llama a María “Madre”, que sería lo más lógico, sino que la llama “Mujer”.

No es la primera vez que la designa así. Ya lo hizo en las bodas de Caná de Galilea donde Jesús con sus discípulos y María con sus parientes estaban invitados como amigos de los novios (Jn 2). María, mujer previsora, se dio cuenta de que escaseaba el vino, seguramente por haber demasiados invitados, lo cual podría llegar a una crítica generalizada que habría estropeado la fiesta. Para evitarlo, María le dice a su Hijo: “No tienen vino”, insinuándolo que haga algo.

Pero Jesús le responde ásperamente: “Mujer, qué entre tú y yo, aún no ha llegado mi hora”. Sin embargo María, lejos de molestarse, indica a los sirvientes que hagan lo que Él les diga. Jesús comprendió que Dios Padre le hablaba por boca de María y realizó el milagro espectacular de cambiar el agua en un vino exquisito, que, además de contentar a los huéspedes, fue también su primera señal de ser el Enviado de Dios para que sus discípulos creyeran en Él.

Más adelante María y los hermanos de Jesús (más bien hermanastros) fueron a recogerlo y llevarlo a casa para evitar que fuera perseguido y encarcelado por sus enemigos. Sin embargo, Jesús optó por continuar su misión de evangelizar, aclarando que quienes cumplen la voluntad de Dios son su madre y sus hermanos (Mc 3, 31-33).

En otra ocasión Jesús, al escuchar a una mujer entusiasta que le gritó: “Feliz el vientre que te llevó y los pechos que mamaste”, respondió: “Felices más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,27). Con ello Jesús hace ver que el verdadero vínculo con Él no es biológico, sino espiritual. Él se consideraba como el novio que invita a su boda: “¿Pueden estar tristes los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos?” (Mt 9,15).

Jesús, ya en la cruz, desveló un gran secreto. María ya no es más su madre biológica, sino también su Esposa espiritual. Por ello la llama “Mujer”. Y culminando esa advocación se la entregó a Juan, el discípulo a quien Jesús amaba paternalmente, diciéndole: “Mujer: He ahí a tu Hijo” y al discípulo: “He ahí a tu Madre”. A continuación muere Jesús, siendo su corazón atravesado por la lanza del soldado y brotando de él sangre y agua que cayeron sobre la Virgen María y Juan al pie de la Cruz.

Así también se cumplió la profecía que Simeón hizo de María cuando ella con José presentaron al niño Jesús en el Templo de Jerusalén para presentar al Niño Jesús: “A ti una espada te atravesará el alma, para que salga a la luz los pensamientos de muchos corazones” (Lc 2,35). Aquí se encierra el gran secreto de los desposorios místicos de Jesús con María, de cuyos corazones brotó la sangre que renueva la faz de la tierra.

Algunos teólogos han interpretado este hecho como un fenómeno místico-biológico, denominado “transverberación del corazón”, que han tenido también grandes santos como San Francisco de Asís, Santa Teresa de Jesús y San Pío de Pietralcina, entre otros. Sin dudas no fue solamente un dolor intenso sino también un fenómeno místico-biológico de profunda unión espiritual.

Aquí tiene su origen la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que celebran muchísimos fieles especialmente sencillos, humildes y limpios en el corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8). Es el desposorio espiritual entre Jesús y María realizado en la cruz y del que nacerá como fruto la Iglesia en Pentecostés. Este desposorio se culminará al final de los tiempos con las Bodas del Cordero. Por eso la Rúaj Santa (Espíritu) y la Novia, María con toda la Iglesia, claman: “¡Ven Señor Jesús!” (Ap 22,20).

(Miguel Manzanera SJ)

 

[Fuente: Infodecom]