Monseñor Jesús Pérez: “Domingo de la Divina Misericordia”
Estar juntos para celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte
Una semana entera hemos celebrado gozosos, como si fuera un solo día, la Pascua anual de Jesucristo, o sea, la Resurrección de Cristo. La Pascua anual nace de la Pascua semanal. A los ocho días de aparecerse Jesús resucitado, vuelve a hacerse visible para los discípulos, reunidos con las puertas cerradas, por el miedo a los jefes judíos. De estas reuniones dominicales, nace la necesidad de estar juntos para celebrar la victoria de Cristo sobre la muerte. El evangelio de hoy nos relata las dos apariciones de Cristo resucitado en domingo. La relación que el evangelista nos hace es muy breve, pero lo suficiente para percibir el amor misericordioso de Cristo a sus discípulos y a todo el mundo.
Los que vivimos la Cuaresma, podemos vivir la alegría de la Pascua
Ahora seguiremos celebrando la Pascua de Jesús hasta la fiesta de Pentecostés o venida del Espíritu Santo. Cincuenta días celebra la Iglesia la Pascua, es lo que llamamos el tiempo pascual. La Cuaresma y la Pascua van juntas, ninguna sola tiene sentido. Los que vivimos la Cuaresma, podemos vivir la alegría de la Pascua; la alegría de la Pascua nos hace vivir en profundidad este tiempo pascual, regalo de Dios, regalo del perdón de los pecados. Hoy es la octava de Pascua y, lo que se quiere resaltar en este día, es la gran misericordia de Jesucristo que busca a los suyos, sobre todo, al apóstol Tomás, quien no se encontraba con los otros en la primera aparición. En estos dos domingos, Cristo nos regala su paz: “La paz esté con ustedes”.
Tomás no creyó en lo que vio, creyó porque vio
Tomás creyó porque vio a Cristo resucitado. Pero, ¿en realidad qué vio?, ¿en qué creyó?, ¿en qué hemos de creer nosotros, que no hemos visto a Cristo? Estas preguntas y otras más que se han hecho a lo largo de la historia, han tenido sus respuestas. Por ejemplo, algunos piensan que vio al hombre y creyó en Dios, vio a Jesús su Señor y lo reconoció como su Dios. No creyó en lo que vio, creyó porque vio. Tomás no creyó a los apóstoles, sus hermanos, no aceptó su testimonio. No bastó su palabra. Le faltó fe en la Iglesia naciente, o sea, en los apóstoles. Vio a Jesús, que fuera maltratado y muerto en la cruz, lleno de vida y de ahí dio el salto a la fe, que le llevó a decir: “Señor mío y Dios mío”. Creyó que Jesús de Nazaret es Dios y hombre.
La comunidad cristiana nace de la enseñanza viva de los apóstoles y de la fracción del pan
La providencia de Dios ha querido disponer que no haya medios para llegar al Jesús de la historia, sino a través del Cristo de la fe. Los documentos de los historiadores hablan muy poco acerca de Jesús. El que no cree en la Iglesia, no podrá llegar a Jesús ni creer en Él. No hay otro camino hacia Aquel que es el CAMINO. ¡Qué alegría habrá inundado a todos los apóstoles por su vuelta al grupo de los doce! Su pecado fue inmediatamente perdonado y recibieron la gracia del Espíritu Santo. Los apóstoles y discípulos -los creyentes cristianos- son los que llevaron el evangelio vivo por todas partes y años más tarde, se escribieron los evangelios. La comunidad cristiana -la Iglesia- nace de la enseñanza viva de los apóstoles y de la fracción del pan, la Eucaristía, la santa Misa.
Sucre, 19 de abril de 2020
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
Arzobispo emérito de Sucre
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