¡Tanto!, con tan poco

Evangelio – Reflexión Dominical
Mons. Jesús Pérez Rodríguez OFM

Evangelio

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     14, 13-21

    Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos.
    Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos».
    Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos».
    Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados».
    «Tráiganmelos aquí», les dijo.
    Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
    Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

Palabra del Señor.

Reflexión

Hoy, tanto el profeta Isaías y el evangelio, junto con el salmo, describen los dones de Dios bajo la metáfora de la comida y la bebida. Casi no hay fiesta sin comida. Las grandes fiestas son generalmente sinónimo de grandes banquetes. Por eso no debe extrañarnos que la salvación que Dios nos ofrece nos sea presentada, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, bajo la figura de una opípara mesa, tendida por Dios Padre a toda la humanidad. Así, por ejemplo, actúa el Padre cuando quiere celebrar el retorno de su hijo a la casa. Jesús mismo acepta las invitaciones a comer, para celebrar, sobre todo, la conversión de aquellas personas que se hacían discípulos de Él.

El profeta Isaías se hace, hoy, eco de esa costumbre de imaginar toda la intervención en favor de su pueblo como un gran banquete. Y es en el contexto de ese simbolismo que hay que entender y apreciar la milagrosa comida que Jesús sirvió a la multitud que lo seguía. La multiplicación de los panes y peces es una clara señal de que Dios se ha hecho presente en medio de su pueblo. Solemos olvidar fácilmente que la iniciativa de salvación proviene de Dios y no del hombre. Es Dios quien prepara con esmero y cariño el banquete de la vida misma, el banquete del amor, el de la gracia, el de la eucaristía, todo ello como aperitivo y anticipo del banquete eterno de las bodas del Cordero, en el cielo. Dios nos da todo gratuitamente. Y nosotros, ¿qué le damos?

Jesús quiere retirarse con sus discípulos a un lugar tranquilo, pero la gente le sigue y Él, una vez más, se compadece de tantas personas que buscan el sentido de la vida, a las que veía “como ovejas sin pastor”. Pensemos que están en la parte desértica. Les atiende, cura los enfermos y luego da de comer a la gente multiplicando los pocos panes y peces que le presentan. Es un episodio lleno de simbolismo, en el que seguramente los evangelios ven el paralelo y el cumplimiento perfecto de los milagros parecidos de Moisés o de Eliseo. Los evangelios  dan mucha importancia a la milagrosa multiplicación de los panes y peces, nada menos que seis veces hablan de este milagro.

Los discípulos advierten a Jesús que es necesario dar de comer a aquella gente. Jesús cuenta con sus discípulos, como en las bodas de Caná contó con María. Jesús da una orden a sus discípulos: “Denles ustedes de comer”. ¿Será que el Señor no ha entendido?  Cuántas veces nos llama Dios a evangelizar, a formar un hogar que sea una verdadera iglesia doméstica, y nos parece imposible. Nos llama a que le ayudemos a evangelizar a nuestros vecinos, parientes y amigos, y nada se nos ocurre más descabellado. Jesús, partiendo de los cinco panes y dos peces, hizo tanto de tan poco. No lo dudemos, así hará con nosotros si le cooperamos con lo poco que tenemos. ¡Ojo!: cuando Dios pide, da cuanto se necesita para cumplir su orden. ¿En qué colaboramos nosotros? Dios puede multiplicar los panes y peces y nuestras propias fuerzas, para que no malgastemos los dones o cualidades con que nos ha enriquecido. Todos podemos mucho con lo poco que tenemos.

Sucre, 2 de agosto de 2020

Fray Jesús Pérez Rodríguez. O.F.M.
Arzobispo emérito de Sucre