La vida cristiana es “trinitaria” de principio a fin

Hoy celebramos una fiesta que no pertenece al tiempo pascual, pero está estrechamente relacionada con el misterio pascual. Con Pentecostés acabó la celebración de los 50 días de celebraciones pascuales. Pero la fiesta de la Santísima Trinidad, que los cristianos católicos y otras iglesias históricas celebramos inmediatamente después de Pentecostés, pudiera parecer a algunos que no es necesaria, pues la Santísima Trinidad está siempre en toda oración litúrgica y siempre nos dirigimos al Dios Santo y Trino. Pero miren, queridos hermanos, no resulta superfluo el que este domingo lo dediquemos a glorificar explícitamente a ese Dios que es Padre, Hijo y Espíritu, que son los que dan pleno sentido a nuestra existencia cristiana. Lo que no se celebra se olvida, se suele afirmar. Esto es lo que puede suceder y sucede con no pocos cristianos, que ignoran el misterio central de la fe revelada por Jesús. No se es cristiano si no se cree en un Dios uno y trino.

Una de las diferencias más grandes entre el Dios revelado por Jesucristo y el imaginado por tantas personas es que el Dios vivo y verdadero, aunque distinto, no es distante. Distinto, pero no distante. ¡Dios está muy cerca de todos! San Pablo nos dice: “En Él existimos, nos movemos y somos”. No somos parte suya, pero sí somos íntima y profundamente suyos. Mucho más de lo que habitualmente acostumbramos a pensar. Espontáneamente tendemos a imaginar a Dios lejano, distante, a veces inabordable, ocupado de sus cosas. Por eso, ante tantos males, entre ellos el coronavirus, nos atrevemos a repetir lo que se ha venido preguntando desde hace milenios: “¿Dónde está Dios?”.  Pues suelo contestar: Dios está dónde le hemos puesto cada uno y los pueblos de todo el mundo.

Al estar injertados en la vida divina por Cristo, nuestra vida se nos abre a honduras insospechadas. No somos Él, pero sí somos íntimamente suyos.  Desde el bautismo hay en cada uno una común unión con Dios. Hay una corriente de vida  que liga personas y Dios, humanidad y divinidad, cielo y tierra. Dios vive en nosotros. Vivimos por Él. Habita en nosotros. Permanecemos en Él. En expresión de Jesucristo, en el evangelio de san Juan, “el Padre sigue trabajando  en nosotros”.

La gran revelación es esta: “Dios es amor”. Un amor que se hace dádiva para todos. Hoy no es un día para muchas explicaciones sobre el gran misterio de la Santísima Trinidad, sino de recordar cómo ha actuado Dios en bien de nosotros, y cómo toda nuestra vida está marcada y orientada por su amor.  Ya en el bautismo fuimos signados y bautizados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Envueltos, por tanto, ya desde el principio, en su amor. ¿Cuántas veces, durante el día, nos santiguamos a nosotros mismos en el nombre del Dios trino, recordando nuestra pertenencia a Él? No hay la menor duda, nuestra vida es trinitaria desde el principio. Recuerda lo que dice Cristo: “Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo”.

Sucre, 7 de junio de 2020

Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.

Arzobispo emérito de Sucre