Sueño de San José

Mons. Jesús Pérez: “¿Qué nos trae el Niño Dios?”

Sí, Dios es feliz y quiere que seamos felices sus hijos. Pero, hay un problema, el problema es que no aceptamos el camino propuesto por Dios para llegar a la salvación, a la felicidad…

La Navidad se vive ya en la vida de los cristianos y en todo el ambiente de nuestra sociedad boliviana y mundial, pues hasta en China hay mucha atracción, porque, lamentablemente, se ha vuelto importante para el mundo del consumismo. A esta fiesta se la llama fiesta de luz, de amor, de familia, de paz… Gracias a Dios que se vienen viviendo estos valores y también otros. Los cristianos se deben cuidar para librarse del consumismo y de todo aquello que la vuelve pura costumbre folklórica. ¿QUÉ NOS TRAE EL NIÑO DIOS? El Niño Dios nos trae la alegría de un Salvador que nos ha dado la benevolencia de Dios y nos trae la seguridad de que por Jesucristo podemos ser y vivir la esperanza de que en Él podemos ser felices. Sí, Dios es feliz y quiere que seamos felices sus hijos. Pero, hay un problema, el problema es que no aceptamos el camino propuesto por Dios para llegar a la salvación, a la felicidad. A lo largo del Adviento se ha insistido en la preparación para recibir en nuestro corazón con mucho amor y gratitud el Nacimiento del Salvador y Redentor de la humanidad. Todos podemos reconocer que es muy poco o nada lo que hemos hecho para volvernos a Dios de todo corazón. ¿Por qué no aprovechamos estos días previos a la Navidad, para revisar nuestra vida y celebrar el sacramento de la alegría?

En el evangelio de Mateo 1, 18-24 se nos habla que en Jesús se cumplen las profecías de Isaías: “…la Virgen concibe y da a luz un hijo… Dios con nosotros”. Este hijo trae la salvación de Israel y también para el mundo entero. Pero en este relato encontramos la situación de José y María que estaban  en el periodo intermedio entre los desposorios y el matrimonio  propiamente dicho, y ahí es cuando José tiene las dudas y decide retirarse de la escena que entiende como muy misteriosa. Estas dudas no se referían, ciertamente, a la honradez de su prometida, sino que, intuyendo él la presencia de un misterio, quiso “retirarse” por creerse indigno de intervenir en esa historia. Así piensan muchos escrituristas.

A través de la historia de la salvación, la realización de los planes salvadores de Dios culmina en la encarnación. Se iban anunciando y realizando en signos: el signo de la profecía, el signo para José, el signo del anuncio del Evangelio –hoy en las tres lecturas encontramos los signos–. Estos tres signos requerían fe, mucha fe, para llegar a alcanzar la realidad que anunciaban. Este estilo de actuar de Dios no ha cambiado: hoy se nos exige la fe en Cristo como encarnación de la presencia y el amor salvador de Dios en nuestro favor y en favor de todos los hombres. Esta fe mide nuestra participación en la encarnación de Cristo. Como José, nosotros somos llamados a cumplir un papel activo indispensable siempre en la encarnación. ¿Vivimos la sencilla disponibilidad propia del justo o procedemos caprichosos e irresponsablemente? La vida de cada cristiano debe ser hoy un signo de lo que Cristo nos trae como el único Salvador.

Sucre, 22 de diciembre de 2019

Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.

ARZOBISPO EMÉRITO

[Imagen: infocatolica.com]