Yo soy...

Mons. Jesús Pérez: “Tres en Uno”

A Moisés en el desierto se reveló diciéndole: “Yo soy el que soy…”, le dijo a Moisés al darse a conocer. Eso fue como decirle: “Soy el que seré, el que me iré mostrando a través de los acontecimientos…”

El Papa san Juan Pablo II, decía el 14 de mayo de 1988, en la ciudad de Trinidad, durante la homilía de la Eucaristía: “TODOS SOMOS TRINITARIOS”. Inmediatamente llovieron los aplausos con los rostros sonrientes. El Papa estaba, sin duda, refiriéndose a nuestra realidad gozosa, pues fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.  Por eso somos trinitarios. Somos hechura de Dios uno y trino. Al hablar de la Santísima Trinidad,  hay que tener en cuenta que el misterio es una verdad inagotable. Por mucho que se profundice, nunca se terminará de explicar.

La fiesta de la Trinidad no sería de por sí necesario celebrarla, pues a lo largo del año, en toda oración, sobre todo litúrgica,  siempre nos dirigimos y celebramos al Dios uno y trino. Sin embargo, no resulta superfluo el que este domingo lo dediquemos a alabar y glorificar a nuestro Dios que es Padre, Hijo y Espíritu, que son los que dan pleno sentido a nuestro ser cristiano. Nos haría mucho bien examinar cada oración litúrgica para darnos cuenta cómo ora la Iglesia y como quiere que oremos cada uno de nosotros. Pueden tomar cada domingo la hoja dominical y llevarla a casa y, allí, descubrir lo que vengo afirmando. En la catequesis de confirmación esto se debiera explicar.

No debemos preocuparnos cómo definir a Dios, cuanto cómo actúa Dios. Quizás ponemos demasiado énfasis en el tema de su existencia, y acumulamos pruebas para convencer a los incrédulos. Es más conveniente preocuparnos más  en  poner de manifiesto cómo es Dios. No basta con creer “en algo”, como dicen algunos. Ni es verdad que todas las religiones son iguales, o que diversos nombres designan a un mismo ser. El respeto a la conciencia de los otros, no ha de llevarnos a la aceptación de lo que otros creen. En este asunto hay mucha confusión entre nosotros los cristianos. El que ama a su madre, nunca va a cambiar su madre por otra madre. El cristiano sabe que el Dios uno y trino habita en su corazón y no cambiará jamás esa relación divina que tiene con  Dios.

Al Hijo de Dios Padre, Cristo Jesús, debemos el conocimiento de Dios. Además de ser uno solo, es  a la vez trino. Para empezar a darse a conocer, escogió un pueblo, el pueblo de Israel. Un pueblo pequeño y débil, que brotó de un nómada de los desiertos de la descendencia de Abraham.  A Moisés en el desierto se reveló diciéndole: “Yo soy el que soy…”, le dijo a Moisés al darse a conocer. Eso fue como decirle: “Soy el que seré, el que me iré mostrando a través de los acontecimientos…” Dios se reveló acompañando a ese pueblo en su búsqueda de libertad. Se fue dando a conocer poco a poco. Realmente se puede afirmar que todos “somos trinitarios”. Que estamos llenos de Dios, que es ante todo amor, presencia y cercanía de Dios, uno y trino. Esta verdad llena nuestra vida de confianza en Aquel que es “amor”.

Sucre, 16 de junio de 2019

Fray Jesús Pérez Rodríguez. O.F.M.

Arzobispo emérito de Sucre

[Imagen: hermanarosadehierro.com]