“Oremos, Dios escuchará nuestro pedido por la nueva efusión del Espíritu Santo” Mons. Adolfo Bittschi

24.05.2020//CENACOM// En la Solemnidad de la ASCENSIÓN del SEÑOR, el Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Sucre nos recuerda en su homilía, que Jesús no se fue para alejarse de nuestra pequeñez sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar como miembros suyos, donde Él. Menciona también el Documento de Aparecida bajo el título “Enviados a anunciar el Evangelio del Reino de vida” a partir del #143.

Alienta continuar con la oración por el fin de la pandemia, reconociendo nuestros pecados y unidos en familia, así esperar que Dios escuche nuestro pedido por una nueva efusión del Espíritu Santo en Pentecostés.

SE ME HA DADO TODO EL PODER EN EL CIELO Y EN LA TIERRA, VAYAN Y HAGAN DISCÍPULOS DE TODOS LOS PUEBLOS

La solemnidad de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, es un hecho y a la vez un misterio de la fe: es el cumplimiento de la Pascua de la Resurrección en el Cuerpo místico de Cristo, cabeza y miembros. Jesucristo es entronizado como Rey eterno por Dios Padre que le ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Nos prepara sitio para poder nosotros, al final, estar con Él.

El sentido de la Ascensión está bellamente expresado en el prefacio de la solemnidad: “El Señor Jesús, rey de la gloria, triunfador del pecado y de la muerte, ante la admiración de los ángeles, ascendió hoy a los más alto de los cielos, como mediador entre Dios y los hombres, juez del mundo y Señor de los espíritus celestiales. No se fue para alejarse de nuestra pequeñez sino para que pusiéramos nuestra esperanza en llegar, como miembros suyos, a donde Él, nuestra cabeza y principio, nos ha precedido”. Y en el Credo profesamos que “Jesucristo subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso”. Estar sentado a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías cumpliendo la visión del profeta Daniel acerca del Hijo de hombre: “A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás” (Daniel 7, 14).

Así se cumple también lo que escuchamos hoy en el evangelio: “Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra.” (Mateo 28, 18). Dios Padre y Jesucristo usan su poder en bien de nosotros, de todos los pueblos y toda la creación. Todo el mundo tiene derecho a conocer la persona, la vida, las enseñanzas y obras de Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios e hijo de hombre. De eso hablo San Pablo VI en su Exhortación Apostólica sobre “La Evangelización en el mundo contemporáneo”. Esto mismo era el último deseo y encargo de Jesús según el Evangelio de esta Solemnidad: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos”. (V. 19).

En el Documento de Aparecida dice bajo el título “Enviados a anunciar el Evangelio del Reino de vida” a partir del Nro. 143. “Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, con palabras y acciones, con su muerte y resurrección, inaugura en medio de nosotros el Reino de vida del Padre, que alcanzará su plenitud allí donde no habrá más “muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido” (Apocalipsis 21,4). Durante su vida y con su muerte en cruz, Jesús permanece fiel a su Padre y a su voluntad (cf. Lucas 22,42). Durante su ministerio, los discípulos no fueron capaces de comprender que el sentido de su vida sellaba el sentido de su muerte. Mucho menos podían comprender que, según el designio del Padre, la muerte del Hijo era fuente de vida fecunda para todos (cf. Juan 12, 23-24). El misterio pascual de Jesús es el acto de obediencia y amor al Padre y de entrega por todos sus hermanos, mediante el cual el Mesías dona plenamente aquella vida que ofrecía en camino y aldeas de Palestina. Por su sacrificio voluntario, el Cordero de Dios pone su vida ofrecida en manos del Padre (cf. Lucas 23, 46), quien lo hace salvación “para nosotros” (1Cor 1,30). Por el misterio pascual, El Padre sella la nueva alianza y genera un nuevo pueblo, que tiene por fundamento su amor gratuito de Padre que salva.

144. Al llamar a los suyos para que lo sigan, les da un encargo muy precioso: anunciar el evangelio del Reino a todas las naciones (cf. Mateo 28, 19; Lucas 24,46-48). Por esto, todo discípulo es misionero, pues Jesús lo hace partícipe de su misión, al mismo tiempo que lo vincula a Él como amigo y hermano. De esta manera, como Él es testigo del misterio del Señor hasta que Él vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación misma.

145. Cuando crece la consciencia de pertenecer a Cristo, en razón de la gratitud y alegría que produce, crece también el ímpetu de comunicar a todos el don de ese encuentro. La misión no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia a todos los confines del mundo (cf. Hechos 1, 8).

146. Papa Benedicto XVI nos recuerda que: “el discípulo, fundamentado así en la roca de la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que solo Él nos salva (cf. Hechos 4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro.”

Esta es la tarea esencial de la evangelización, que incluye la opción preferencial por los pobres, la promoción humana integral y la auténtica liberación cristiana.

147. Jesús salió al encuentro de personas en situaciones muy diversas: hombres y mujeres, pobres y ricos, judíos y extranjeros, justos y pecadores, invitándolos a todos a su seguimiento. Hoy sigue invitando a encontrar en Él el amor del Padre. Por esto mismo, el discípulo misionero ha de ser un hombre o una mujer que hace visible el amor misericordioso de Padre, especialmente a los pobres y pecadores.

148. Al participar de esta misión, el discípulo camina hacia la santidad. Vivirla en la misión lo lleva al corazón del mundo. Por eso, la santidad no es una fuga hacia el intimismo o hacia el individualismo religioso, tampoco un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del mundo y, mucho menos, una fuga de la realidad hacia un mundo exclusivamente espiritual. Hasta aquí el Documento de Aparecida.

Las últimas palabras del Señor, “Sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”, que nos aseguran su presencia nos hacen muchísimo bien en estos meses de la pandemia. Ojalá que nosotros nos acordemos siempre de esta presencia de Cristo en nuestra vida y estemos unidos a Él.

Unas preguntas: ¿De qué manera vives los valores del Evangelio? ¿Piensas que observando tu vida los menores de tu familia podrían aprender estos valores? A pesar de “los ruidos” y de las influencias de los medios de comunicación, ¿te preocupas por vivir y transmitir los valores de la fe que profesa? ¿Tienes en tu parroquia misioneros? Anímese de trabajar por las redes sociales como misioneros compartiendo este audio y otros mensajes positivos de fe. A eso nos anima el Papa Francisco hace tiempo.

Hoy iniciamos la semana de Oración por la Unidad de los Cristianos con el lema: “Nos trataron con una solicitud poca común” (Hechos 28,2). Estamos con el primer día del octavario de oración por la Unidad de los Cristianos con el tema de la Reconciliación.

Oremos: Dios que perdonas, líbranos de las memorias dolorosas del pasado, que hieren nuestra vida cristiana compartida. Condúcenos a la reconciliación, para qué a través del Espíritu Santo, podamos superar el odio por el amor, la ira por la amabilidad y la sospecha con la confianza. Te lo pedimos en el nombre de tu Hijo amado, nuestro Señor y hermano Jesús.

El Papa Francisco nos invita en este mes de mayo a meditar con el corazón de María y con en el rosario en la mano los misterios de nuestra salvación. Hoy domingo meditamos los misterios gloriosos: 1. La Resurrección del Señor entre los muertos 2. Su gloriosa Ascensión al cielo 3. El Envío del Espíritu Santo sobre la Iglesia. 4. La Asunción de la Virgen María con cuerpo y alma al cielo y 5. Su coronación como Reina del universo. Sería lindo de encender una velita y rezar juntos en familia.

Cuando oramos así reconociendo nuestros pecados y unidos en familia podemos esperar que Dios escucha nuestro pedido por una nueva efusión del Espíritu Santo en Pentecostés: “Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu Creador y renovarás la faz de la tierra”.

El Evangelio es alegría. ¡Anúncialo! Y la bendición del Dios uno y trino, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes y que tengan un lindo Domingo en familia.